Música para dinamizar la vida cultural y diversificar el turismo

David Gippini SANTIAGO

SANTIAGO

XI. UN GRAN FESTIVAL DE ROCK DE REFERENCIA EN ESPAÑA Más allá de la eventual programación del Xacobeo y de iniciativas intermitentes como el Santirock, Compostela necesita una gran cita que la convierta en capital musical gallega

08 abr 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

Hace sólo siete años, los Rolling Stones ofrecieron en el auditorio del Monte de Gozo un histórico concierto al que asistieron más de 40.000 personas; en 1993, fue Bruce Springsteen el que deleitó a más de 30.000 fans en una memorable actuación que duró casi tres horas; en 2004, los Conciertos do Novo Milenio congregaron en el mismo escenario a 90.000 jóvenes gracias a la presencia en el cartel de figuras como Bob Dylan, Lou Reed o The Cure. Las tres citas tienen algo en común, al margen de la masiva asistencia, y es que se celebraron en años santos. De hecho, la programación del Xacobeo (cuando toca) y la efímera existencia del Santirock, con sólo dos ediciones, son las únicas citas musicales que ha acogido en los últimos años Santiago, una ciudad que se precia de ser capital cultural, pero que carece de un festival de música rock a la altura de su prestigio. Las razones de esta sequía son difíciles de comprender. Los datos de asistencia mencionados anteriormente demuestran bien a las claras que existe una demanda de grandes conciertos en Compostela y en toda Galicia; además, Santiago cuenta a lo largo del año con una importante población flotante de estudiantes, candidatos seguros a asistir en masa a cualquier concierto. Y en verano los turistas podrían perfectamente tomar el relevo. Los escenarios tampoco sson un problema; el Monte do Gozo ha demostrado ser un emplazamiento más que digno para acontencimientos de masas y veraniegos, mientras que para otras actuaciones menos multitudinarias e invernales existen alternativas como el Multiusos do Sar, Santa Isabel o San Lázaro, sin olvidar enclaves al aire libre como A Quintana, el campus universitario o la incógnita de la Cidade da Cultura. Una vez garantizados los escenarios y el público, el único freno para que un festival de cierto empaque funcione parece ser la voluntad política. El dinero, en este caso, no debería ser inconveniente, ya que la promoción de espectáculos es, en sí misma, un negocio que podría ser perfectamente gestionado por empresas privadas. De hecho, los precedentes existentes en España son alentadores; no hay más que remitirse al caso de Benicássim, localidad alicantina que se ha hecho con un hueco en el panorama turístico español gracias al festival de música independiente creado hace ya unos años. Hay más ejemplos exitosos, como el festival La Mar de Músicas de Cartagena o el Sónar de Barcelona, propuestas con personalidad propia que garantizan cada año la llegada de decenas de miles de visitantes adicionales, que no sólo gastan dinero en entradas, sino que garantizan ingresos para todo el sector turístico. Santiago reúne todas las carecterísticas necesarias para afrontar con garantías el reto de convertirse en la referencia musical del noroeste español: por tradición cultural, por infraestructuras y por facilidad de acceso (con el factor añadido de la presencia de aerolíneas de bajo coste en Lavacolla), pero también porque, hoy por hoy, no existe competencia en la mitad occidental de la península Ibérica. Y ya se sabe que quien da primero, da dos veces.