Alternativa ofrece otro modo de acercarse a la danza con un montaje para discoteca

M. BECEIRO SANTIAGO

SANTIAGO

Elena Córdoba, con cuatro bailarines, un DJ y el público sentado en cojines comparten espacio en «Los negocios empiezan a las diez» Hay una canción en la que Lou Reed le propone a una chica de alterne que se quede con él sin cobrar, diciéndole: «Todo el mundo, nena, sabe que los negocios acaban a las tres». El argumento sirve a la bailarina y coreógrafa Elena Córdoba para dar título al espectáculo que presenta en Alternativa: «Los negocios empiezan a las diez», hora en que comienzan los suyos, justo antes de que empiece la obra. De formación clásica y contemporánea, Elena Córdoba propone otra forma de acercarse a la danza, con un espacio casi sin separación entre bailarines y el público que les rodea sentado sobre cojines y con la música en directo de un DJ.

20 mar 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

No es la primera vez que Elena Córdoba visita Compostela. En el año 93 estuvo en el Teatro Galán con un montaje que no tiene nada que ver con el que a las diez de esta noche el público podrá disfrutar. En esta ocasión no vuelve a la sala que programa danza contemporánea sino a la Nasa porque Los negocios empiezan a las diez. El espectáculo, estrenado en el último festival Escena Contemporánea de Madrid, está pensado para poder hacerlo en espacios dedicados a la música, en discotecas y salas de la noche. La Nave de Servicios Artísticos quedará, por tanto, convertida hoy y mañana en una pista de baile en la que confluirán cinco bailarines y el público. Éste, sentado tranquilamente sobre cojines, con una copa en la mano si así lo desea, verá como aquellos van evolucionando alrededor con sus danzas. Un DJ se encargará en todo ese tiempo de servir la música del espectáculo, al final del cual seguirá pinchando para que el público pueda continuar la danza en un ambiente relajado. La bailarina y coreógrafa ha querido, ante todo, plantear esta propuesta «para un ambiente distendido». Para Elena Córdoba «esta es una obra muy intensa, que el espectador vive con mucha proximidad física a nosotros, en la que proponemos un espacio diferente, donde el público es menos anónimo, otra forma de acercarse a una pieza de danza». A la artista le resulta muy difícil ponerle etiquetas a lo que pasa en este montaje, pero que describe como «una obra en la que se baila mucho, saturada de movimiento, con cinco bailarines, muy saturada y coral, en la que se trabaja sobre la realidad que pasa cuando cinco personas comparten espacio».