La gripe española

RUSIA 2018

30 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

En 1918 se desató una epidemia que mató a millones de personas en todo el mundo. Históricamente, el origen del brote se situó en un campamento militar de Fort Riley, en Kansas, Estados Unidos. Desde allí se extendió a las trincheras europeas de la Primera Guerra Mundial. Los Gobiernos de los países implicados en el conflicto bélico ocultaron las devastadoras consecuencias de la enfermedad para no desmoralizar a sus tropas y al resto de la población, confesando que había una nueva modalidad que podía matar a los hijos, padres y hermanos que estaban en el frente. Finalmente, el virus llegó a España, que era neutral, para inaugurar nuevos cementerios. Y, mientras otros callaban, aquí no se ocultó el saldo de la muerte. Por eso y no por ningún otro motivo se le llamó gripe española. En el Mundial y en la Eurocopa, aunque numerosas selecciones sufrieron históricamente la peste de los cuartos de final, pocas como la de España han arrastrado esa cadena. Una maldición inmune a diferentes entrenadores y a distintas generaciones de jugadores. La furia se estrellaba contra el muro. Hasta que el 22 de junio del 2008 un chaval detuvo un penalti lanzado por Di Natale y otro marcó el suyo ante Gianluigi Buffon. Casillas y Cesc. Sin complejos. Eliminar a los italianos desde los once metros en los cuartos es la vacuna más potente que uno se puede aplicar contra todos los fantasmas. O lo era entonces. Porque esta vez la azzurra no llegó ni a zarpar en la Copa del Mundo y Alemania se ahogó cuando el agua ni siquiera cubría. Croacia y Bélgica, dejando juicios estéticos al margen, recuerdan a la España de antes. Son la revolución. La alternativa al poder establecido. Las que cuestionan el propio tablero. Su rendimiento en la fase de grupos ha disparado su cotización. Pero estas dos selecciones pisaron las seminales una vez en toda su historia. Su rutina es despedirse antes. No importa cómo se le llame, nadie está a salvo de la gripe española.