De un chicle a un estropajo: el origen del código que cambió la forma en la que compramos
TECNOLOGÍA

Este 2023 se cumplen cincuenta años del comienzo de la implantación del código de barras en el comercio mundial
17 abr 2023 . Actualizado a las 09:25 h.Hace ya más de 50 años, el 3 de abril de 1973, cambió para siempre la forma en la que compramos. El comercio moderno no podría entenderse sin la decisión que tomaron un grupo de directivos de las principales cadenas de la distribución alimentaria en Estados Unidos cuando escogieron el símbolo que serviría para identificar los productos en las tiendas. El diseño ganador constaba de barras de diferentes grosores y de un número identificativo. Era lo que hoy conocemos como código de barras.
Un año más tarde, en un supermercado del estado de Ohio, Sharon Buchanan, cajera de Marsh Supermarkets, escaneó por primera vez un código de barras en un paquete de chicles. En España hubo que esperar algo más, hasta 1977, para que una cajera de un pequeño supermercado de Valencia pasase por el lector el primer producto identificado de la misma forma, un estropajo.
En la actualidad se calcula que el código de barras está presente en más de 1.000 millones de productos en todo el mundo y que se escanea 6.000 millones de veces al día. Calificado por la BBC como «uno de los 50 inventos que han creado la economía» revolucionó el comercio en muchos sentidos. Permitió a las empresas llevar un control mucho más exhaustivo de su stock: sabían al instante lo que vendían y el proceso de almacenaje se simplificaba. Antiguamente debían esperar al final de la jornada para saber qué les faltaba en las estanterías y el almacén.
¿Cómo funciona?
Hoy en día un simple escaneo conecta un producto físico con información digital que transcurre a lo largo de toda la cadena alimentaria. En Europa se utiliza el sistema EAN-13, llamado así porque incluye 13 dígitos. Los tres primeros identifican al país que otorgó el código, que no es lo mismo que el país de origen del producto. Por ejemplo, una compañía afincada en España utilizará el número 84 —con el que se identifica nuestro país— independientemente de que sea española o de que haya fabricado sus productos en Italia o en Indonesia.
Los siguientes cuatro o cinco números pertenecen al propietario de la marca. Después van los códigos de productos. Así sucesivamente hasta llegar a doce números. El decimotercero es el dígito de control que se calcula en base al resto y sirve para detectar posibles errores en la numeración completa. ¿Y las barras? Su función es contener toda esta información numérica para que los escáneres puedan leer el código.
La evolución: los códigos en dos dimensiones
Si una sucesión de barras negras y espacios en blanco leídas por un escáner pareció toda una revolución en los años ochenta, que la cámara de un teléfono móvil interprete al segundo unos cuantos cuadrados colocados «aleatoriamente» fue la evolución de esa revolución. Los códigos en dos dimensiones, cuyo máximo y conocido exponente es el QR son la siguiente versión del código de barras.
El sistema apareció en 1994 en Japón y en España tardó en despegar. Entró paulatinamente a los billetes de avión o a las entradas de conciertos. Pero cuando llegó la pandemia, la cosa cambió: pasaron de ser una invención extremadamente útil, a ser también necesarios. Los formatos físicos desaparecieron por ser posibles vehículos de contagio del virus, y en todo el mundo se decidió casi repentinamente que los códigos QR podían ser la solución.
Disponen de una capacidad de almacenamiento de información fiable sin precedentes. Su escaneo puede mostrar la carta de un restaurante, pero también puede ir más allá y contar la «historia» detrás de cada producto. De dónde viene, si contiene alérgenos, si es orgánico, cómo debe reciclarse o cuál es su huella de carbono. Un nuevo nivel de transparencia que puede habilitar a los ciudadanos a tomar decisiones de compra mucho más fiables. Lo explica Pere Rosell, director de la Asociación de Fabricantes y Distribuidores (AECOC): «Los usuarios reclaman más datos información los productos y las empresas necesitan más datos para ser más eficientes y lograr ser más sostenibles».
En España, el uso de los códigos de barras de dos dimensiones ya ha mostrado su capacidad para mejorar cuestiones estratégicas como la identificación única de artículos en tiempo real, incrementar los parámetros de seguridad alimentaria o reducir el desperdicio alimentario, entre otras cuestiones.