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El Tiempo Compuesto

David Bonilla

OCIO@

Hugo Tobío

Para ser altamente productivos no debemos estar produciendo todo el rato.

10 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El pasado domingo 23 de marzo colapsé mentalmente.

No había sido una semana especialmente buena. El lunes me habían dado los resultados de los análisis y el médico me había pegado un toque por mis niveles de azúcar y colesterol. El jueves fue un día de mierda en el trabajo y el viernes me marché deprisa y corriendo de la Commitconf, solo para descubrir al llegar al aeropuerto que me habían retrasado tres horas el vuelo para volver a casa.

Aunque estaba muy cansado, intenté aprovechar esas tres horas para documentarme todo lo posible sobre LinkedIn y el sábado escribí una Bonilista sobre sus orígenes y su impacto en la industria informática, con ocasión de su vigésimo aniversario. No me gustó especialmente como quedó, precisamente por esa mezcla de ensayo histórico y artículo de opinión, pero no quise darle muchas más vueltas porque bastantes horas le había robado ya a mi familia esa semana. Y, entonces, llegó el correo.

Guillermo es un buen colega desde hace mucho tiempo. Llevaba siglos suscrito a la newsletter —casi desde el principio— y se estaba dando de baja. Nada grave, nada que no pase todos los días, pero esa semana, ese domingo, fue la gota que colmó el vaso que me hizo replantearme qué carallo estaba haciendo. La Bonilista se había convertido en una obligación más que me forzaba a convivir con un deadline semanal desde hacía más de 12 años, pero ¿seguía teniendo sentido?

Sin duda, parte del problema era que, en algún momento, esto se había convertido en algo demasiado serio: patrocinadores, organizar un evento para 700 personas, republicación en La Voz de Galicia… y la repercusión suficiente como para que —si no escribía con precisión quirúrgica— siempre pudiera haber alguien que me malinterpretara y acusara de ser nazi, extremista de izquierdas o lo que tocara esa semana.

Pero, más allá de eso, llegué a la conclusión de que lo que me había llevado hasta este atolladero era que desde hacía meses —quizás años— no disfrutaba de ningún «tiempo compuesto». Eso me había secado y agotado mentalmente; y, necesariamente, tenía que verse reflejado en los temas que elegía y los textos que componía.

Al primero al que oí hablar sobre el concepto de Tiempo Compuesto fue a Tim Ferris. En su blog comentaba como, en la reunión anual de accionistas de Berkshire Hathaway en 2008, el emprendedor David Hassell le planteó una interesante hipótesis: ¿podemos acumular el valor obtenido invirtiendo nuestro tiempo para obtener más ganancias en el futuro igual que podemos reinvertir el beneficio obtenido invirtiendo nuestro dinero para generar un interés compuesto?

Hay tareas que no producen ningún valor potencial a futuro, el equivalente al dinero que empleamos en nuestros gastos corrientes. Por ejemplo, comer una hamburguesa. Sin duda, recibimos un valor inmediato, pero este no nos proporcionará ningún valor posterior.

Sin embargo, si invertimos los 10€ que cuesta el menú con patatas y Coca-Cola grandes en comprar 3 acciones del Santander —que repartió un dividendo del 3,74% el año pasado— en un año recibiremos 37 céntimos que podremos acumular para reinvertir en la compra de más acciones que nos darán aún más dividendos.

De la misma manera, hay tareas o actividades que puede que no den el máximo retorno inmediato, pero que a la larga nos devuelvan un valor mucho mayor: aprender o probar nuevas cosas, crear y mantener relaciones personales, hacer ejercicio, obtener feedback sobre lo que estamos haciendo y conocer la experiencia de otras personas que hagan cosas similares… o reflexionar sobre si lo que estamos haciendo tiene sentido, ya sea redactar una Bonilista o fundar una startup.

Curiosamente, ocho años después de la conversación entre Ferris y Hassell, en otra reunión anual de accionistas de Berkshire Hathaway, Charlie Munger —vicepresidente del holding— reconoció que tanto él como su socio Warren Buffet reservaban gran parte de su agenda para «aprender y pensar» en vez de llenarla de interminables reuniones y compromisos. Un hábito que, aunque parezca la antítesis de la productividad, les había ayudado a convertirse en dos de los inversores más exitosos de la Historia y que curiosamente compartían algunas de las personas que han causado más impacto con su trabajo, desde Steve Jobs a Mark Zuckerberg pasando por Jeff Bezos o Reid Hoffman, el fundador de LinkedIn.

Pero mientras que Ferris y Hassell concebían que el valor futuro de este tiempo compuesto solo lo recibía la persona que lo invertía, yo creo que también se benefician del mismo las empresas para las que trabajamos. Solo tienen que tener paciencia para recoger sus frutos.

Yo no soy Steve Jobs ni Mark Zuckerberg ni tampoco Jeff Bezos, pero si dedico una hora al día en pensar cómo resolver los retos más importantes a los que me enfrento en vez de contestar los correos cuanto antes, es muy probable que —a la larga— mi impacto sea mucho mayor. Si la dedico a leer artículos técnicos en vez de asistir a la enésima reunión donde no tengo nada que aportar, es muy probable que —a la larga— adquiera un conocimiento del sector en el que trabajo que me permita identificar oportunidades que pasen inadvertidas para otros.

Y si la dedico a escribir una Bonilista en vez de hacerlo apresuradamente en fin de semana, es muy probable que —a la larga— no solo esté más descansado cuando inicie la siguiente semana y rinda más, sino también que guste a más gente; y cuando publiquemos un proceso de selección que gestionamos nosotros —como, por ejemplo, hoy— consigamos llegar a más candidatos.

Podemos caer en la tentación de hacer todo esto en nuestro tiempo libre y durante un tiempo al menos puede que lo consigamos, pero es muy probable que —a la larga— tratar de compatibilizarlo con intentar ser buenos padres, compañeros o amigos nos acabe secando y agotando, hasta el punto de convertirse en la peor inversión de nuestra vida.

No todo el mundo tiene el privilegio de poder invertir parte de su jornada laboral en tiempo compuesto ni tampoco todas las empresas pueden permitírselo, pero los que sí podáis y os sintáis estancados profesionalmente, a lo mejor deberíais plantearos si vuestra agenda actual es la mejor manera de conseguir vuestros objetivos o en realidad os está lastrando.

Desde el pasado 23 de marzo, intento invertir cada día un poco en tiempo compuesto. Puede que eso me haga ir más lento a corto plazo, pero no tengo dudas de que me ayudará a llegar más lejos.

Blockchain, con sentidiño

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Este texto se publicó originalmente en la Bonilista, la lista de correo de noticias tecnológicas relevantes para personas importantes. Si desea suscribirse y leerlo antes que nadie, puede hacerlo aquí ¡es bastante gratis!