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La Ley de Gordon

David Bonilla LA BONILISTA

OCIO@

Ilustración original de Hugo Tobio, dibujolari profesional de Bilbao
Ilustración original de Hugo Tobio, dibujolari profesional de Bilbao Hugo Tobio

La historia detrás de la anécdota

05 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La semana pasada, Gordon Moore murió a los 94 años en su casa de Hawái, rodeado de su mujer Betty —con quien llevaba 73 años casado—, sus hijos Kenneth y Steven y sus cuatro nietos.

Moore es mundialmente conocido porque, en 1965, escribió un artículo para la revista Electronics en el que predecía —entre otras cosas— que el número de componentes de un chip se duplicaría cada año, lo que suponía pasar de 60 a 60.000 en apenas una década. El cálculo resultó ser ridículamente preciso y, en 1971, Carver Mead empezó a usar la expresión «Ley de Moore» para referirse al mismo. Había nacido una leyenda.

Los medios de comunicación empezaron a referirse a la Ley de Moore como si fuera una fórmula inexorable, pero ese nunca fue el objetivo de Gordon.

En 1975 reviso su «ley» de forma pesimista, estimando que la industria doblaría el número de transistores cada dos años. En el 2005, pronosticó que la ley solo podría seguir cumpliéndose durante 10 o 20 años más. Y, en el 2013, la profesora Jessika Trancik determinó que la ley de Wright predecía mejor que la ley de Moore la evolución del coste de un transistor.

Da igual. Gordon solo pretendía documentar el avance de la informática, aunque acabó provocándolo. Mantener la vigencia de la Ley se convirtió en una obsesión para el sector y diferentes compañías se lanzaron a la carrera por conseguirlo. Jensen Huang, CEO de Nvidia, dice que, más que una ley física, es un reto para los ingenieros. Un objetivo ambicioso que marca el ritmo de trabajo de toda una industria.

Pero Gordon fue mucho más que esa Ley y su historia es ni más ni menos que la historia de Silicon Valley.

En 1956, el físico William Shockley —que había ganado el Nobel, junto a John Bardeen y Walter Brattain, por sus descubrimientos en el campo de los semiconductores y el diseño del transistor— fundó un laboratorio en Mountain View, California, para el que intentó reclutar a algunos de sus antiguos compañeros en Bell Labs. La mayoría rehusaron la oferta porque casi todas las empresas y profesionales relacionados con los semiconductores estaban en la costa este de Estados Unidos, no en ese recóndito lugar a las afueras de San José.

Porque Shockley no eligió ese emplazamiento porque estuviera rodeado de algunas de las mejores universidades técnicas del mundo o porque allí hubiera un ecosistema de emprendimiento tecnológico, sino porque quería vivir cerca de su anciana madre. Si la mamá de William hubiera vivido en Monforte en vez de en Palo Alto, a lo mejor la Ribeira Sacra se conocería hoy como la Ribeira do Silicio.

Si algo he aprendido es que, una vez que aciertes con una predicción, debes evitar hacer otra.
Discurso en el 50 aniversario de la Ley de Moore (2015)
— Gordon Moore

Pero Shockley tenía tanto de buen hijo como de mal jefe y 8 de sus mejores ingenieros —a los que se denominó despectivamente, los ocho traidores— abandonaron su compañía para fundar Fairchild Semiconductor que pronto se convirtió en el líder de la industria. Uno de ellos era Gordon Moore.

Para entender el impacto de los ocho traidores en la creación de Silicon Valley, debemos tener en cuenta que, en el 2014, de las 130 compañías del área de la bahía de San Francisco que cotizaban en bolsa, el 70% tenían un vínculo directo con los antiguos fundadores o empleados de Fairchild —desde AMD a Apple, pasando por Google u Oracle— conocidas como fairchildren.

Sin embargo, la más famosa es otra. En 1968, Gordon y su compañero Robert Noyce abandonaron Fairchild para fundar NM Electronics que, un año después, se convirtió en… Intel. Moore dirigió la compañía durante más de 30 años, en los que consiguió hacer realidad su ley y cumplir su visión: que todos pudiéramos tener un ordenador en casa y un «dispositivo portátil para poder comunicarnos».

Gracias por todo Gordon.

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