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El mundo del futuro se imprime

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Las técnicas de impresión digital empiezan a consolidarse. Un empresa catalana pone en marcha la primera impresora en 3D de comida, médicos estadounidenses salvaron la vida de un bebe con una prótesis clonada y ya existen armas impresas que disparan balas de verdad

25 may 2014 . Actualizado a las 20:19 h.

El «hazlo tú mismo» cobra ahora una nueva dimensión: la tercera. El concepto, de primeras, asusta. El medio es una impresora, un poco más grande que la convencional, capaz de reproducir objetos reales. Apto para clonar, de hacer real cualquier prototipo imaginable. El fin: crear piezas en casa, a la larga, elaboradas con cualquier material. Partes de dispositivos electrónicos que se hayan estropeado. Objetos decorativos, joyería. Dulces. Incluso armas. Esta idea tan Black Mirror -la apocalíptica serie de Channel 4 que pone en escena la amenaza del futuro tecnológico inminente- es ya una realidad. «La nueva revolución industrial», se atreven a vaticinar los expertos.

Tarde o temprano, la tecnología de fabricación digital se convertirá en una técnica de uso masivo y las impresoras en 3D se instalarán como un aparato doméstico más en todos los hogares. De momento, ha redireccionando ya la investigación científica -un equipo médico estadounidense consiguió salvar la vida de un bebé con una prótesis clonada- y sigue el mismo camino con el universo hostelero, además de obligar al diseño industrial a replantearse sus principios básicos.

Óscar Freire es un buen ejemplo del «made in home» gallego. Este joven se encuentra tras una prometedora apuesta que echó a andar hace ocho meses en Santiago, iAlma 3D. «Transformamos la tecnología en producto», presume Freire. Después de caminar en círculos durante un tiempo, tocando varios palos como la física, la gestión empresarial y las finanzas, decidió poner en marcha un servicio de impresión en tres dimensiones. Actualmente, iAlma 3D está especializada en, tal y como lo define su creador, «miniyos», realización a escala de una réplica exacta de una persona humana a través de esta tecnología digital.

Al margen de estas esculturas en miniatura, la empresa compostelana avanza en un camino paralelo: el del desarrollo de piezas específicas, a petición de otros profesionales, útiles para el desarrollo de la ciencia, de la investigación y de productos que hacen a las personas la vida más fácil. «Hace un par de meses nos trajeron unos restos óseos de hace unos 5000 años, explica. El propósito era hacer una copia exacta para luego llevar a cabo una reconstrucción facial de nuestros antepasados». «También estuvimos ayudando a diseñar una prótesis para un niño que necesitaba un casco para proteger su cráneo y hacemos muchos servicios para medicina; nos envían el escaneado de una mano, una rodilla o una boca; nosotros lo editamos, lo imprimimos y se lo mandamos de vuelta a la clínica en 24 horas para que se apoyen en estas piezas antes de llevar a cabo una operación», sostiene.

Prosigue, entusiasmado, enumerando las bondades de la impresión en tres dimensiones: «Me gusta ver la cara que se les queda a los chicos de diseño y arquitectura al ver sus obras hechas realidad, o a alguien que viene con una idea y un par de bocetos sobre un producto que quiere patentar y lanzar al mercado, pero que necesita un prototipo relata. Nosotros le ayudamos en la tarea y cada día surge algún nuevo proyecto; esta semana, por ejemplo, escaneamos un bote de remo para hacer estudios a escala sobre hidrodinámica».

Menos optimista se muestra en cambio con las profecías que ya visualizan una impresora de este tipo entre el ordenador y la televisión de cada casa. «Aunque hoy en día cualquiera puede hacerse con uno de estos dispositivos en Internet por 500 euros, existen una serie de trabas, como poseer un nivel óptimo de conocimientos técnicos, electrónicos e informáticos, que hacen que no sea rentable», detalla. Freire identifica en el material el mayor problema para el desarrollo de este tipo de mercado. «Actualmente, se puede imprimir en casi todos los materiales del tipo resinas, plásticos, poliamidas sintéticas, polvo cerámico... e incluso metal matiza. Para joyería, la impresión en metal ya lleva algunos años depurándose y ahora se usa para hacer tiradas de piezas exclusivas, porque tampoco está capacitada la impresión 3D para competir en este negocio con grandes lanzamientos industriales hechos en molde». Explica que si bien es verdad que existen ciertas soluciones, por ejemplo, que imitan a madera, no logran alcanzar sus propiedades mecánicas y funcionales. «Ya no es una cuestión de en qué material imprimo, sino de si el material encaja en coste, calidad y tamaño», matiza.

Dónde está el límite

Como cualquier reproducción, la tridimensional se topará con al menos dos delicados obstáculos cuando su desarrollo alce el vuelo. El primero, el debate «moral». «No quiero creer que porque alguien tenga una impresora 3D en casa sea capaz de hacer algo como imprimir una pistola de dudosa eficacia y un solo disparo», opina en alusión al arma impresa el año pasado en Texas. «Realmente, podemos imprimir todo lo que queramos, el límite lo pone la moralidad», concreta.

La segunda barrera tiene que ver con la propiedad intelectual. Del mismo modo que actualmente existe la «piratería digital», centrada en el copyright de audio y material gráfico y audiovisual, algunas voces ya adelantan que con la popularización de la impresión en tres dimensiones llegará el intercambio ilegal de datos de objetos, atentando contra los derechos de propiedad industrial. Pero Freire, en esto, es firme: «El tema de la propiedad intelectual se está resolviendo muy bien, en gran parte, gracias a los creative commons, una serie de permisos que otorga el creador de un objeto 3D a su archivo para su descarga, redistribución, comercialización». «Si hoy alguien quiere un objeto tridimensional, esta pieza tendrá ya sus derechos colgados de manera gratuita en algunos de los portales de descarga de objetos».