¿Por qué se nos hace tan cuesta arriba ir a trabajar tras el parón de Navidad?

David Bonilla

RED

Hugo Tobio

Entre glorificar el trabajo y asumir que solo podemos sufrirlo, hay un trecho

11 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En la industria del software de donde provengo, hablar de un concepto tan voluble como «la motivación» suele hacer que te cataloguen automaticamente como un vendedor de humo, un gurú de todo a 100 o —peor aún— un influencer tech, pero qué queréis que os diga: después de tres semanas en las que he procurado no tocar el ordenador, no he dejado de pensar por qué debería volver a hacerlo. Ingenieras e ingenieros, ya podéis desuscribiros y ahorraros las próximas 800 palabras.

En España, mañana muchos nos reincorporaremos a nuestro puesto de trabajo después de las vacaciones de Navidad. Si es tu caso y vives el retorno como un auténtico drama, lo mínimo que te debes es tener claro por qué.

Esa introspección y autoconocimiento no es tan común como podríamos pensar. En algún momento se nos fue tanto la pinzota como para que no se nos caigan los anillos por ridiculizar en redes sociales a aquellos que afirman que les gusta su trabajo y a mofarse de los que «se creen que la empresa es suya» por preocuparse de la viabilidad de su puesto de trabajo.

Como si recibir una compensación económica por realizar una tarea como profesionales nos impidiera disfrutar de la misma.

Como si trabajar por cuenta ajena solo pudiera ser una actividad miserable y el salario fuera la única motivación para completarla. MEH.

Pero no. No deberíamos sentirnos raros o «alienados por el sistema» por divertirnos con nuestro trabajo. Desde los estudios con primates de Harlow, a finales de los 40, se reconoce la existencia de la motivación extrínseca, «la realización de acciones por la mera satisfacción de hacerlas sin necesidad de ningún incentivo externo».

Lo que sí nos alienará es ignorar esa motivación intrínseca, porque los que no lo hacen ya usan ese conocimiento para diseñar plataformas de comercio electrónico, sitios de apuestas online o sistemas retributivos que nos incentivan a comportarnos como ellos desean.

Así que, lo realmente importante no es por qué no nos motiva ir a trabajar mañana sino tener claro cómo debería ser nuestro trabajo para que sí lo hiciera.

Casi todos los investigadores coinciden en que la motivación intrínseca se basa en una mínima autonomía para completar las tareas como creemos que deben hacerse, la habilidad necesaria para poder completarlas y un propósito que dé sentido a lo que hacemos. Desgraciadamente, la inmensa mayoría de empresas no son capaces de levantar un entorno de trabajo sustentado en esos 3 pilares.

Excepto que trabajemos por nuestra cuenta, la autonomía no se tiene, sino que se obtiene. Si para que nuestro trabajo sea motivante necesitamos más, solo nos queda pedírsela a nuestros responsables o —si tenemos la oportunidad— marcharnos a otro sitio donde sí nos la den. Al menos, tendremos claro lo que buscamos.

Si las tareas que realizamos son triviales, nos aburriremos. Si son demasiado complicadas, nos frustraremos. Lo ideal sería asumir responsabilidades cada vez más complejas, de forma paralela a la adquisición de nuevas habilidades y experiencia, pero eso es muy complicado.

Si nuestros responsables no nos ayudan a corregir la situación, podemos intentar hacerlo nosotros mismos creando nuestros propios retos —por ejemplo, completar nuestras tareas más rapidamente— u obteniendo la formación y ayuda necesarias para poder completarlos. Y también podemos —si tenemos la oportunidad— marcharnos a otro sitio donde nuestras responsabilidades estén más alineadas con nuestra experiencia. Al menos, tendremos claro lo que buscamos.

Sería tan estúpido ignorar la motivación intrínseca como priorizarla por encima del puro instinto de supervivencia

Cuando tiene la formación necesaria para realizar su trabajo y autonomía para hacerlo de la forma más efectiva posible, pueden pasar cosas increíbles —hasta darle la vuelta a una compañía a punto de quebrar—, pero para mantener un equipo a largo plazo hay que ayudar a cada uno de sus miembros a alcanzar su propósito.

Sería tan estúpido ignorar la motivación intrínseca como priorizarla por encima del puro instinto de supervivencia. Por supuesto, el principal propósito de cualquier profesional siempre es poder vivir de su profesión —ganar dinero suficiente para cubrir sus necesidades—, pero no debemos caer en el error de creer que su único propósito puede ser ganar dinero.

Hay personas a las que les motiva trabajar en proyectos con un gran impacto o los retos técnicos que les permitan aprender. Y, por supuesto, también hay gente a la que le motiva al reconocimiento social o, simplemente, disfrutar de un ambiente de trabajo amigable.

Si algo he aprendido a lo largo de los años es que, aunque no lo reconozcamos, todos tendemos a mezclar los mismos propósitos, pero en distintas proporciones. He visto a más de uno, que afirmaba que solo le importaba la nómina que llegaba al banco a fin de mes, inflarse como un pavo de orgullo al ser distinguido publicamente por su trabajo.

No hay combinaciones mejores o peores, lo único malo es no ser conscientes de lo que realmente nos motiva. El mal llamado «salario emocional» no deja de ser la valoración que damos a esos distintos propósitos, más allá del principal de ganar dinero.

Y da igual lo que diga la turba en Twitter. No seremos peores profesionales por rechazar un puesto con mayor salario porque el horario nos impida seguir llevando a nuestra hija a los entrenamientos de fútbol; ni tampoco seremos peores personas por decidir aceptarlo, pero seríamos tontos si tomáramos esa decisión profesional —o cualquier otra— sin dedicar el tiempo necesario a averiguar qué es lo que realmente nos motiva.

Esas combinaciones de distintos propósitos son tan únicas y personales que, si encontramos una empresa donde podamos satisfacer todos nuestros propósitos, es normal que nos importe su continuidad, aunque no sea nuestra.

Como todos, mañana preferiría quedarme en casa antes que ir a trabajar, pero ni soy un rico heredero ni un anacoreta que vive solo de lo que la naturaleza le provee. Así que, quizás la pregunta que deberíamos hacernos no es si nos va a costar más o menos ir a trabajar, sino si lo estamos haciendo en ESA empresa.

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