El milagro portugués se llama capital extranjero

Manoli Sío Dopeso
M. Sío Dopeso VIGO / LA VOZ

EL RENACER DE PORTUGAL

VÍTOR MEJUTO

Las mayores corporaciones del mundo instalan filiales en suelo luso; Google, en Lisboa, y Amazon, en Oporto, serán las próximas en llegar

16 feb 2018 . Actualizado a las 15:20 h.

Antes de ganar Eurovisión y de arrasar en la Eurocopa de fútbol, y bastante antes de que el ministro de Finanzas, Mario Centeno, se convirtiera en presidente del Eurogrupo, Portugal ya se había quitado de encima otros muchos complejos ante Europa. De entrada, el de ser un país rescatado.

En realidad, hace ya un año largo que la Comisión Europea viene contemplando con asombro lo que ya todos llaman el milagro portugués, que está situando al país en el punto de mira de todas las grandes inversiones que planean sobre el Viejo Continente.

Hay datos que dan cuenta de ese momento dulce. Si en el 2016 ya consiguió captar más de 900 millones de euros de inversión extranjera directa, el balance del 2017 (aún sin cerrar) supera los 1.000 millones. Con Tesla merodeando por la Región Norte, el país vecino se ha convertido en un polo de atracción de capital extranjero en sectores punteros.

Entre las implantaciones recientes más destacadas figura la compañía aeronáutica brasileña Embraer, que cuenta con dos plantas de producción en la ciudad portuguesa de Évora (a 154 kilómetros al este de Lisboa), en las que invirtió un total de 177 millones de euros. También han llegado Siemens, Bosch, Faurecia o la japonesa Fujitsu, que abrió en Braga un centro de soluciones tecnológicas que emplea a 300 trabajadores.

Nueva inversión millonaria

El Gobierno portugués tiene un plan para que esta dinámica continúe al menos hasta el 2020. En este momento, la AICEP (Agência para o Investimento e Comércio Externo de Portugal) tiene en cartera cerca de 1.000 millones de euros más de inversión extranjera directa en el país.

«Mucha de esta inversión anunciada llega de la mano de empresas que ya se encuentran instaladas en Portugal desde hace muchos años, que nos conocen bien, y que confían en nosotros, por eso deciden reforzar sus centros de producción en Portugal», ha explicado recientemente el primer ministro luso, António Costa, que citó los nuevos proyectos previstos por Continental Mabor o Autoeuropa, la filial portuguesa del grupo alemán Volkswagen.

El imán luso es especialmente fuerte en la industria de componentes de automoción, un mercado en el que sus buenas condiciones para la inversión y su productividad llaman la atención.

1.000 millones al año

Esta fuerte competitividad está provocando incluso que se esté llevando muchas implantaciones que tenían como primer destino Galicia. Un ejemplo: en el año 2005, el número de auxiliares del grupo PSA que preside el portugués Carlos Tavares asentadas en el norte luso se reducía a 10. Hoy ya hay casi medio centenar a pleno rendimiento; de ellas, la mitad son de matriz gallega. Y su peso en los nuevos lanzamientos de la planta de PSA en Vigo pasará del 6 % actual al 25 %. Y mucho aún está por llegar: al menos 300 millones de euros confirmados, hasta el año 2020, en proveedores de automoción.

Quien piense que el coste más bajo de la mano de obra de Portugal (580 euros mensuales, el salario mínimo interprofesional) es el principal gancho para captar multinacionales se equivoca.

El Gobierno luso tiene una estrategia basada en incentivos fiscales y condiciones de suelo preferentes para facilitar la entrada de capital extranjero, pero también ofrece plantillas cada vez mejor formadas, con dominio de idiomas, que están encandilando al sector tecnológico a lo grande.

Google, sin ir más lejos, se instalará en Lisboa, y no con una oficina comercial. El gigante de Silicon Valley tiene previsto abrir en junio en Lisboa un centro tecnológico que dará trabajo en un principio a 500 personas con profesiones cualificadas. El anuncio lo ha hecho el primer ministro portugués, António Costa, en el Foro Económico de Davos, durante la reciente conferencia.

Por qué Portugal y por qué ahora. Las respuestas a esas preguntas las tiene muy fáciles el primer ministro: un paro del 7,8 % (dato de enero), un déficit del 1,2 %, una reducción de la deuda al 126 %, un crecimiento cercano al 2,7 %, el mayor del siglo, y un Gobierno que garantiza la estabilidad política y la ortodoxia económica, pese a contar con socios como el Bloco y el PC que están en contra del euro y en contra del pago de la deuda. Portugal ha logrado salir de la crisis y presenta hoy unos indicadores macroeconómicos que despiertan envidia fuera de sus fronteras y han generado un clima de estabilidad que ha llamado la atención de numerosas multinacionales.

El centro tecnológico se instalará en Oeiras, una población colindante con la gran capital. Dará servicio a Europa, Medio Oriente y África. La elección de Portugal para este tipo de inversión -no muy frecuente en Google fuera de Estados Unidos- se ha tomado entre una fuerte competencia, según dijo el primer ministro.

La llegada de Google a Lisboa es un éxito más del Gobierno en su apuesta por atraer empresas de nueva tecnologías, desde las pequeñas startup a la cumbre anual Web Summit, que reunió a finales del año pasado en Lisboa a las grandes firmas tecnológicas del planeta, así como a cientos de emprendedores e inversores. Recientemente también se anunció que se instalará en Lisboa el laboratorio mundial de Mercedes Benz para los coches sin conductor, con una plantilla de 150 ingenieros.

Centro logístico

Además, el Ayuntamiento de Oporto reconoce que existen «conversaciones» con la empresa estadounidense de comercio electrónico Amazon para instalar un centro logístico en esa ciudad, según fuentes municipales que, de momento, eludieron pronunciarse sobre cuestiones relacionadas con la marcha de las negociaciones. Según recogía la semana pasada el periódico Jornal de Negócios, Amazon ha tenido interés en entrar en Oporto desde el 2016 y ya habría escogido localizarlo en Boavista, en la zona occidental de la ciudad.

Quien piense que el salario mínimo de 580 euros es el único aliciente para el inversor se equivoca