Hay un mundo animal paralelo a este.
Está ubicado en un espacio subterráneo donde nadie te habla ni te escucha y tienes frío. La mutación de un gen hace miles de años —indican algunos expertos en la materia— los convirtió en una familia del Homo Sapiens denominada Picatus Floritorum.
El Camaleonis, pertenece a la familia del Picatus. Tiene apariencia humana y está provisto de corazón de piedra y ojos sin alma. Es solitario y reptil. Posee el don de la ubicuidad y del encanto; su vestidor almacena trajes con diferentes personajes a su alcance. Siempre trabaja solo y no deja rastro.
Sus aficiones favoritas son devorar doncellas y damas solitarias y lucir orgullosos sus trofeos de plata en la atestada vitrina del salón. Para ello, la oscuridad lo libera a tiempo parcial y vuelve a recogerlo, aséptico, horas más tarde.
En mi juventud, mi abuela me contaba temerosa, los peligros de escuchar su canto.
—Si consiguen llegar a tu corazón —me decía— te convierten en prisionera abandonada. Yo nací de uno de ellos. Nunca lo olvides.
Un día, Camaleonis, rindiendo homenaje a su ego, concedió una entrevista. Una de las preguntas formuladas fue:
—¿Piensas redimirte?
—No, gracias —dijo él, entre risas—. No barajo esa posibilidad. Quiero disfrutar de los placeres temporales de la carne fresca y variada que ofrece el mercado.
—No soy peligroso; solo soy un mago emocional con cátedra en oratoria femenina. Mientras haya princesas solitarias sin azul nunca seré presa del hambre. Si alguna vez el mundo conocido fuese diferente, seguramente yo también lo sería.
—¿Y no le importa lo que les suceda a sus víctimas?
—La mayor pérdida siempre es porque alguien se agarra a tu precipicio para salvarse…
—¿Y quién me salva a mí?
Ana Mª Abeleira Dobao. 56 anos. Vigo.