Los hombres de azul

Marité Romero

AL SOL

17 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La anciana fingía estar dormida, era el truco que usaba para aislarse del chachareo de sus hijas. Hoy le tocaba a los sofás, querían tapizarlos de azul. Abrió los ojos y de mala manera se lo prohibió, nunca permitiría que en su casa hubiese algo azul. Cerró de nuevo los ojos y se propuso llegar hasta el fondo de sus recuerdos para averiguar de dónde provenía la animadversión que sentía por el color azul. Llovía y hacía viento. Rosi trataba de dormir, pero la gotera empezó a caer en la desconchada palangana.

Tenía frío, trató de envolverse bien en la raída manta, pero su diminuto cuerpo no reaccionaba, se levantó y en el ropero encontró lo que buscaba, un abrigo azul marino con unos lindos botones de latón amarillos. Rosi no sabía a quién pertenecía, pero cuando tenía mucho frío lo estiraba sobre su cama y la reconfortaba, por la mañana lo devolvía al ropero para que nadie se diese cuenta. Su papá no salía nunca de casa; mientras su madre trabajaba en una fábrica de gaseosas su padre la cuidaba y le contaba bonitas historias de otros países. Rosi se sentaba en sus rodillas y lo miraba embelesada ¡cuántas cosas sabía su papá! La despertaron unos fuertes golpes, agudizó el oído y sintió voces en la cocina, se levantó y trató de ver lo que sucedía desde lo alto de la escalera.

Su madre lloraba, su padre estaba a medio vestir y sostenía un candil por encima de su cabeza. La luz osciló y pudo ver con claridad unos hombres vestidos de azul, no escuchaba lo que decían pero a Rosi le parecían malos, estaban riñendo a su papá. De repente vio que se arrodillaba, el candil rodó por el suelo y su luz se apagó. Su madre gritó, siguió un silencio roto por un golpe en la puerta y nada más. No supo cuánto tiempo había pasado, se acostaron juntas, abrazadas, su madre sollozaba, pero ella se quedó dormida confortada con el calor de su cuerpo. Aquella fue la última vez que vio a su papá.

Marité Romero. 82 años. Fene.