La bodega

Marta Rajo

AL SOL

10 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Apenas llevábamos un par de meses saliendo cuando me invitó a acompañarlo a pasar el fin de semana en la bodega familiar. Tras unos momentos de duda ante la idea de conocer a su familia tan pronto decidí dejarme llevar y preparé mi equipaje para ir a Galicia.

En cuanto cruzamos la frontera de la comunidad empezó a notarse la diferencia en el paisaje. De repente estábamos rodeados de suaves colinas y frondosa vegetación con una mezcla de colores digna de la paleta del mejor pintor.

Pero a pesar de esta belleza no estaba preparada para la grandiosidad del paisaje que se desplegó ante mí al llegar a la Ribeira Sacra. Las escarpadas riberas del río cubiertas de bancales donde crecían las vides calentadas por el sol y la tranquilidad que se respiraba en todo momento no era comparable con nada que hubiese visto anteriormente.

Una vez que nos acomodamos en la casa familiar quiso enseñarme las bodegas y darme a probar el vino nuevo de la última cosecha. He de reconocer que no sé mucho de vinos y nunca me había interesado mucho el tema, pero me gustó el ambiente tranquilo que se respiraba.

La bodega era una construcción antigua que se introducía en la montaña para aprovechar el frescor de la tierra y mejorar la maduración y conservación de los vinos.

Cuando llegamos se acercó a uno de los grandes toneles de roble que había a lo largo de la misma y llenó una jarra. Salimos a una pequeña terraza desde donde se divisaba el río y cogió un par de copas de la alacena para servir el vino.

«El vino es un ser vivo», dijo mientras movía su copa en círculos para observar su color y aspirar el aroma que desprendía, «y debe ser tratado con mimo para que desarrolle todo su potencial». Cuando levantó la vista pude ver en sus ojos avellana la pasión por la viticultura transmitida generación tras generación y que llevaba grabada en su alma y en sus genes y fue en ese momento cuando supe con absoluta certeza que quería quedarme allí, en la tierra de la viticultura heroica, junto a él, hasta que sus ojos me mirasen con la misma pasión. No importaba nada más, solo que él me mirase así.

Marta Rajo. Administrativa. 51 años. Narón.