Las lluvias de agosto

Óscar Hernández

AL SOL

09 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El viejo se sentía un muchacho mirando desde la ventana. No llovía desde hace décadas y todo el pueblo se escondía asustado tras las cortinas, ¿qué era aquel fluido traslúcido que caía a raudales desde el cielo? Siendo así, los más pequeños nunca habían visto el fenómeno atmosférico que antaño era tan corriente como el sol.

Allí estaba el viejo recordando su infancia, cuando todo era verde y no había sequías ni incendios. Luego todo cambió. Los bosques se convirtieron en desierto y los árboles en arena. Uno de los brotes verdes de maleza enmarañada en el jardín del viejo, yerma como una flor sin pétalos parecía sonreír a cada gota.

Mirándola, el anciano que fue niño tiempo atrás volvió a revivir sus años más felices, un tiempo en el que la lluvia y la vida eran inseparables. No pudo evitar llorar. A la primera lágrima le acompañó una, luego otra, hasta que llegó el aguacero. El viejo abrió el portón de su casa y sintió el rocío.

La gente que nunca había conocido una primavera le miraban asustados entre las cortinas. Pero el abuelo sabía bien que el agua no le haría ningún mal, si no, todo lo contrario. El viejo siguió llorando al observar el brote coger lustro y extendió sus brazos de la misma manera que la planta estiraba sus hojas.

Sus lágrimas al caer al suelo se fundían con la tierra sedienta estallando en mil perlas, pero nadie podía distinguir si eran gotas, o las propias lágrimas del viejo. Lo único que se veía desde la lejanía, era la sonrisa de un viejo que renacía como el niño al que regó el tiempo.

Óscar Hernández. Periodista. 22 años. Salamanca.