La piscina

Rosario Barros

AL SOL

07 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La piscina se quedaría una semana más sin usar. ¡Y la había comprado con tanta ilusión! Cuando los niños eran pequeños los hijos venían con frecuencia. Y ella les hacía galletas de turrón y les contaba cuentos de la araña que tejía sus telas en las ramas del limonero.

Más tarde, vinieron menos. Decían que los estudios eran más exigentes, pero ella suponía que a esa edad el campo tenía menos alicientes y las galletas y los cuentos de la abuela carecían de valor. No trató de retenerlos. No hacía planes y si llegaban salía del paso comprando una empanada en el pueblo y haciendo una ensalada Ella observaba un matiz de urgencia en las visitas. Decían que no querían darle trabajo extra ni enredarse en el tráfico de última hora.

«Disculpas», pensaba. Se aburrían. Con ella, todos se aburrían. Los veranos cambiaron. Las temperaturas eran mucho más altas. En la urbanización había piscinas, pero ella solo disponía de los ciruelos, los manzanos y los bancos que su marido había hecho con mimo mientras los niños aprendían a gatear.

Miró la piscina con rabia. Para instalarla había tenido que cortar dos manzanos y mover de sitio los bancos y ahora estaba allí sin ninguna utilidad. Sintió los pasos firmes de Fernando, su nieto mayor.

—¿Y los otros? -preguntó ella cuando la abrazó.

—Hace mucho calor, abuela, no quisieron venir. Ella miró la piscina.

El chico comprendió y le pasó la mano por los hombros.

—Abuela. Piscinas también las hay allá. Lo que allá no tenemos son ciruelos, que huelan a fruta madura, ni guisos que sepan a gloria, porque están hechos con cariño, ni limoneros donde puedan lucirse las arañas. Yo comprendo que tú vas siendo mayor y que estás cansada para hacernos comidas especiales y contarnos historias, pero sin eso, abuela, el campo no vale nada.

Los ojos de la abuela estaban llenos de agua. Fernando la abrazó más fuerte

—No te preocupes abuela. Te queremos también así. ¡Pero, nos gustabas tanto antes! Venir aquí era mágico. Ahora, con esa piscina horrible y contigo tan callada... pero, vendremos. Es que hoy, con tanto calor se quedaron todos en la piscina al lado de casa.

Rosario Barros. Pensionista. 87 años. A Coruña.