Tan sólo son dos corazones idiotas que nunca han aprendido a vivir. Uno de ellos siente que está agarrando la felicidad, estira la mano e intenta llegar, pero se le escapa entre las manos antes de que siquiera la roce. El otro es más prudente y espera el momento correcto, pero él es la persona incorrecta. Así que pierde la oportunidad y se cae. Se separan como extraños, sonríen con acritud y se odian con la mirada.
Sheila Rodríguez. Estudiante. 14 años. Vigo.