La caja de galletas

Raquel Puente

AL SOL

05 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Como siempre, le habíamos dejado escoger el color de las fichas. El parchís era su juego preferido. Desde que no funcionaba el televisor ?hacía ya varios meses? era nuestro único entretenimiento. Es cierto que hacía días que se habían dejado de oír las sirenas, pero no nos atrevíamos a salir. Pese al hambre, al frío, al hastío… 

Sí, lo peor era el hambre. Esa batalla había empezado antes que ninguna otra y la habíamos perdido. Las estanterías de los supermercados pronto se quedaron vacías. Luego, llegaron los aviones lanzando comida, pero desde hacía semanas nada y lo poco que habíamos logrado reunir se acababa sin remedio.

Empezamos a racionar aún más la comida y nos fallaban las fuerzas. Pero era sacar el tablero, sentarnos juntos alrededor de la mesa y parecía que todo volvía a ser igual. El abuelo se unía a nosotros; el rato de la partida no lo perdonaba. Mamá nos obligaba a fingir delante de él. Era muy mayor y no podíamos darle el disgusto de otra guerra. Eso lo mataría, seguro. Nos miraba fijamente mientras repetía: «SE-GU-RO». Así que chitón. Mi hermana y yo hacíamos como que llegábamos del cole con las mochilas y nos sentábamos a jugar con él antes de hacer los deberes.

Agité mi cubilete con energía y tiré los dados sobre el tablero con tanta fuerza que salieron rebotados y fueron a parar debajo del televisor. Al recogerlos, comprobé que el aparato seguía desenchufado y miré al abuelo. Me guiñó un ojo y yo pensé que quizás ya se había dado cuenta del engaño y el que nos seguía la corriente era él. No me atreví a preguntar y continuamos la partida. 

Al acabar, el abuelo, sacó del mueble una caja de galletas: «¡Venga, que esta partida hay que celebrarla!». Nos miramos todos, sin pestañear, incrédulos. Mamá apenas balbuceó: «Pero, ¿de dónde ha salido esta caja de galletas?». El abuelo se encogió de hombros y puso cara de despistado.

Luego, se me acercó y me susurró al oído: «Hace una semana que dijeron en la tele que se terminó la guerra, pero tú guárdame el secreto que nos quedamos sin partida».

Raquel Puente. Periodista. 49 años. Barcelona.