Lucus Augusti, 2030

Joaquín Torres

AL SOL

04 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Barcos hundidos, temblores de tierra y olas azotando con fuerza el litoral; así comenzó esta guerra. Más tarde apareció el enemigo: un ejército compuesto por cefalópodos de tamaño colosal. Recuerdo mi primer encuentro con uno de ellos. Fue en el puente de las Pías, durante la evacuación precipitada de Ferrol.

Yo acababa de cruzar al otro lado cuando un tentáculo gigante emergió de pronto de las aguas y, tras arrancar de cuajo varias grúas del astillero y usarlas como improvisados proyectiles, cayó sobre la caravana de automóviles que aún trataban de abandonar la ciudad. La fuerza del impacto partió el puente en dos. Decenas de vehículos se precipitaron entonces al fondo de la ría y el monstruo se dio un festín.

En aquellos primeros días, reinaba el desconcierto. Nadie sabía encontrar una explicación a lo que estaba ocurriendo. Cada nuevo ataque desmontaba la versión oficial. Así las cosas, cobró fuerza una teoría alternativa: tras siglos de agresiones por parte del ser humano, la Naturaleza por fin había decidido tomar cartas en el asunto. La etiqueta #venganzacosmica pronto se convirtió en tendencia. Pasaron semanas. Los pocos supervivientes dejamos atrás la costa, poblaciones reducidas a un montón de escombros, y nos desplazamos hacia el interior, hasta encontrar refugio en la vieja Lucus Augusti.

¿Quién habría pensado que de nuevo sus piedras milenarias iban a ofrecer cobijo y protección? Los cefalópodos no pueden llegar hasta aquí. Al menos de momento, estamos a salvo. Hoy es la noche de San Juan. He subido al adarve de la muralla para dar un paseo que me ayude a conciliar el sueño, a espantar las pesadillas. El olor de la leña que arde en las hogueras impregna el aire. La vida sigue, como se suele decir. Y hay quienes se resisten a dejar de celebrar el solsticio de verano. A la altura de la catedral, escucho el llanto de un recién nacido. Una voz femenina le ofrece consuelo. Sobre la ciudad, asoma la luna más brillante que puedo recordar.

Tengo esperanza.

Joaquín Torres. Funcionario. 42 años. Lugo.