¿Opción personal?

Dolores Asenjo Gil RELATO

AL SOL

13 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Los días lluviosos encamino mis pasos hacia su esbelto porte, en busca de un pasajero cobijo. Sus líneas rectas y ausentes de ornamento los hacen invisibles cuando no los precisas. Sencillos y prácticos, carecen de la gracia y estilo que derrochan sus parientes de la zona vieja, que dan resguardo a gentes de aquí y de allá desde hace cientos de años. Quizás ellos, cansados de tanta escudriñadora mirada y tanta foto, añoren el poco interés que su nueva parentela despierta.

El precipitado caminar mañanero casi me hace tropezar con una especie de crisálida que, arrebujada bajo un saco de dormir de color indefinido, parecía estar en profundo letargo. Unos mechones apelmazados y poblados de canas sobresalían del protector envoltorio. Aligero mis pasos con la desagradable sensación de haber invadido la privacidad ajena. Los días venideros, desde el inicio de la calle porticada, atisbo su abultada presencia adosada a los muros.

Amortiguo mis pasos, llevada por la ingenua ilusión, de garantizar su descanso. Me ruboriza la idea de inmiscuirme en dependencias tan personales. Aquellos soportales diseñados como espacio público se han transformado en habitación, en un cubículo íntimo. Su morador sin duda conoce los otros, los de grácil elegancia y arcos de medio punto laboriosamente cincelados. Seguro que los transitará por el día, pero al caer el ocaso los rehúye.

¿Quién será? ¿Un trotamundos? ¿Una víctima de los inmisericordes fondos buitre?

En la quietud del incipiente día me llega su respiración profunda y su despreocupado abandono. Esbozo una leve sonrisa mientras una idea, que realmente es un deseo, germina en mí: es un espíritu libre, ajeno a fichajes horarios, a asientos bancarios y a presiones sociales. Es un ser valiente que vive el hoy sin pensar en el mañana.

Dolores Asenjo Gil, funcionaria, 50 años, Santiago de Compostela.