Me dedicó una canción en Radio London porque quería comunicarle a toda la ciudad que estaba enamorado. O puede que fuera porque quería impresionarme. La audiencia era alta los jueves por la noche. En los años 80, todo adolescente londinense que fuese cool estaría escuchando el Funk Fantasy de Dave Pearce. Tras el shock inicial, me resultó extrañamente seductor oír hablar de «Maria from Soho», como si no fuera yo.
A la semana siguiente, Maria from Soho llamó al programa para participar en un concurso de rap. No tenía ni la más mínima idea de cómo se hacía eso, pero sabía que rimar era pan comido, y quería impresionarlo a él; tal vez, incluso, superarlo. Tres chicos de los barrios de Brixton, Stockwell, y Kilburn, con evidentes tablas en el menester, y la inexperta hija de emigrantes gallegos, afincados en el West End, fuimos elegidos finalistas de un concurso de rap.
Tras escuchar por las ondas mi bochornosa imitación de hija de jamaicanos, y mientras contemplaba la posibilidad de emigrar para no volver a dejarme ver en público, me quedé pasmada al oír cómo la audiencia me declaraba ganadora del concurso.
Me debatía entre la euforia, al imaginarlo a él escuchando estupefacto con sus amigos, y la más absoluta vergüenza al pensar en que medio Londres habría oído mi lamentable intento de rap. A raíz de esa surrealista victoria, me convertí en ávida oyente y participante semanal del Funk Fantasy a través de cartas al DJ, concursos de poesía, y dedicatorias graciosas a amigos. Los técnicos de sonido me preguntaban cómo me había ido la semana, antes de pasar mi llamada a las ondas de la ciudad.
Tres meses después de aquella inocente dedicatoria suya que lo desencadenó todo, llegó mi inolvidable momento de gloria en el que grabé en un estudio de profesionales mi jingle ganador para el programa de navidad. Maria from Soho vivió sus quince minutos warholianos en la cresta de la ola sin tener ni idea de cómo nadar.
María Gestal tiene 50 años, es de Oleiros y es profesora de inglés.