Pensaba hoy en un niño que durante muchos años no tuvo padre ni madre que fueran con él a la playa a construir castillos de arena.
El otro día le enseñaba fotos de esculturas en la arena y, viendo su cara, sabía que nunca haría un castillo con la ingenuidad de otros niños. Con la compañía del rumor de las olas, dibujaría símbolos que solo él entendería y construiría auténticas fortalezas para protegerse de las inclemencias que le deparase el tiempo. Modelaría la arena con una ternura como nadie más que él podría hacerlo porque sabría que le devolvería cariño en forma de belleza. Y sería humilde al mostrar su obra porque conoce lo efímero de las cosas. Con una tímida sonrisa nos mostraría su felicidad al ver como admirábamos su obra.
Pero a diferencia de otros niños, no le resultaría extraño que cuando volviese otro día a la playa, su castillo hubiese desaparecido.
María Concepción Escariz García. 57 años. Melide. Profesora jubilada.