Messi no parece «hamburguesado»

QATAR 2022

Noushad Thekkayil | EFE

13 dic 2022 . Actualizado a las 23:29 h.

El día que Messi hizo su primer gol para Argentina, precisamente a los croatas, marcó también Carlos Tévez. Tévez dejó para las hemerotecas un enredo lapidario. «A medida que uno va ganando cosas, se hamburguesa». No sabemos si le traicionó el consciente o el subconsciente. En esa psicodelia obsesiva que es allí el fútbol patrio, a Messi le sacudieron hasta en las uñas cuando su selección cogió la trasera en Rusia. «¿Por qué te matan en Argentina, papi? ¿Por qué vas a jugar con ellos?» Si algo le queda a este Mundial, además de repartir los puestos, es aclararnos si Leo será capaz de ganarlo con una selección de secundarios. Argentina no tiene el mejor pelotón de cromos. Pero con Messi fuera de la estratosfera es capaz de hacernos creer que encontrará petróleo en cualquier guerra.

De guerras, pero de las que no son de mentira, sabe esta generación de veteranos croatas. Son hijos de una en la que también se había mancillado el fútbol. Aquella en la que entre los delirios étnicos de Franjo Tudjman y Slobodan Milosevic se asesinaron salvajemente a miles de civiles a principios de los 90. Los paramilitares que llegaron desde Serbia, como los Delije, habían nacido en las gradas del Estrella Roja de Belgrado. Tudjman reclutó a los radicales del Dinamo de Zagreb, que había presidido, para alistarlos en el ejército croata. «Las victorias en el fútbol moldean la identidad de las naciones tanto como las guerras», dijo. Los niños que lo sufrieron, los Modric, Lovren, Vida, y Perisic se despiden.

Messi se queda. Está a una fecha y un par de trucos de devolver a Argentina a los tiempos de Maradona. Y hamburguesado no parece.