Firmó un penalti genial, inició la acción del 2-0 e hizo una obra de arte en el tercero
13 dic 2022 . Actualizado a las 23:10 h.Cumplido el primer cuarto de partido, se llevó la mano repetidas veces a la parte posterior del muslo. En ese momento el corazón de los argentinos se heló. Leo caminaba, no corría, vagaba por el centro del campo, lejos de la portería rival, y todos los focos lo alumbraban, mientras el partido recorría un sendero que parecía cuesta abajo para el cuadro croata. La albiceleste esperaba a comprobar los daños de su crac y parecía dispuesta a no jugar mientras Messi se reconocía a sí mismo, con Scaloni asomando incluso más allá de la línea de cal, para conocer realmente qué sucedía. Un par de minutos después recibió un balón en tres cuartos, gambeteó y ahí ya todos se quedaron tranquilos. El 10 estaba bien.
En su presumible último baile, el canterano del Barça demostró una vez más que es el líder y que quiere ese Mundial que le falta. Marcó el primer gol con la ejecución de un gran penalti, inició la jugada del segundo y regaló a Julián Álvarez el tercero. Estuvo presente en todos los tantos.
Pocas veces se puede decir que un penalti es un golazo. Este lo fue. Livakovic venía precedido de una fama de parapenaltis, pero la Pulga le colocó el esférico en la escuadra con un golpeo violento. Imparable.
Solo cinco minutos después, aprovechó un error de su álter ego croata, Luka Modric, que sacó mal un córner y propició una contra que Messi aceleró con un toque sutil. Julián Álvarez le debe ese tanto, pero sobre todo el tercero, en el que el rosarino firmó una obra maestra. Se fue por el costado diestro, bien defendido por Gvardiol, y consiguió hacerse un hueco a base de quiebros que le permitieron colarse en el área para asistir al 9 argentino.
Messi estuvo en los tres goles, pero también en la asistencia a Mac Allister en un córner y en otra jugada antológica que le llevó hasta Livakovic. Leo quiere su Copa. La tiene cerca.
