A Japón también le escuece la presión

QATAR 2022

PAUL CHILDS | REUTERS

01 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En el Mundial de Estados Unidos, con la peor final de la historia, aquella que se decidió con el penalti de Roberto Baggio al cielo, lo más próximo que habíamos tenido el fútbol nipón había sido gracias a una saga de dibujos, creada por Yöichi Takahashi y en la que ninguno de sus protagonistas tenía aquí nombre asiático. Japón nunca había pisado un Mundial y tenía mejor escaparate en la animación que sobre un campo de hierba.

En 1998, Japón derribó el muro de la historia. Se presentó en Francia con un grupo de futbolistas que nunca habían jugado fuera de la isla y perdió los tres partidos de la fase. El siguiente pasaporte, como organizador junto a Corea, lo tenía garantizado como anfitrión. Entonces solo tres de sus internacionales (Nakata, Inamoto y Ono) jugaban fuera de su país. Japón pisó por primera vez los octavos de final. Nunca ha superado esa frontera, que alcanzó también en Sudáfrica y en Rusia, pero aquel Mundial en suelo patrio revolucionó su fútbol.

Japón importó talento para desarrollar el suyo, invirtió mucho dinero en infraestructuras y se ha propuesto como cuestión de estado ganar un Mundial antes del 2050. Parece una broma, pero también lo parecía cuando Baggio golpeó a la grada que fuera a ganarle a Alemania y dejarla tambaleando. Japón tuvo ante la decadente Costa Rica la opción de jugar contra España clasificada, pero tanto guardó la ropa que en el único tiro que le hicieron le encogió. Tras la derrota, la princesa Hisako le dedicó a los futbolistas —hoy ya solo seis compiten en la liga local— una arenga de diez minutos. Se presentó luego en la primera sesión de preparación contra España.

Morisayu, su seleccionador, había pasado en días de héroe nacional a meme. Le achacaron un planteamiento cutre y la falta de minutos de jugadores como Takumi Minamino y Kaoru Mitoma, que habían vuelto locos a los alemanes. «Yo decidí la táctica, no me arrepiento». En Japón también escuece la presión. Parece difícil que España, si no renuncia a sí misma, vaya a concederle respiro por más que la matemática se lo pueda permitir. Falta por ver si a Japón van a poderle los complejos o va a ser valiente. Lo mejor para España, por si acaso, es no confiarse demasiado.