Thiago Silva, el viejo escudero de las estrellas de Brasil

Iván Díaz Rolle
IVÁN ROLLE REDACCIÓN / LA VOZ

QATAR 2022

NEIL HALL | EFE

En su cuarto Mundial, el central y capitán busca el título que redondearía una carrera legendaria que pudo acabar en el 2005, tras contraer tuberculosis

24 nov 2022 . Actualizado a las 10:12 h.

Brasil inicia ante Serbia el camino hacia su sexta estrella con todos los focos alumbrando a cracs de la talla de Raphinha, Rodrygo, Martinelli, Gabriel Jesus, Vinicius y, por encima de todos, Neymar Júnior. Sin disputar la final de un Mundial desde su último título, en Corea y Japón 2002, Tite busca más argumentos para formar un bloque capaz de curar las heridas de las dos últimas décadas.

Ninguna escuece tanto como la que provocó el 1-7 Alemania en semifinales de la Copa del mundo que disputaron en casa en el 2014. Aquel día, la Canarinha contó con dos bajas muy sensibles, imprescindibles en una trayectoria hasta entonces ilusionante: el propio Neymar y Thiago Silva (Rio de Janeiro, 1984). El jugador del Chelsea, que portará el brazalete de capitán y formará pareja en el centro de la zaga con Marquinhos —el madridista Militao será la alternativa en el banquillo—, afronta su cuarto Mundial dispuesto a hacer el trabajo sucio para crear un contexto adecuado a la necesidades de sus compañeros con más talento y conquistar el título que pondría el broche a una carrera legendaria que pudo terminar justo antes de despegar.

Tras saltar el charco de la mano del Oporto, en el 2005 recaló en el Dinamo de Moscú y en Rusia sufrió uno de los momentos más amargos de su vida. Tras notar unas extrañas molestias en pretemporada, le diagnosticaron tuberculosis y pasó cuatro meses ingresado en un hospital de «precarias instalaciones». «Era un edificio viejo, todo era muy viejo. Cuando llegó y le hicieron unas pruebas, la jeringuilla fue hervida. No quise ni mirar», relató a Récord el entrenador Ivo Wortmann, clave en su recuperación.

Al cabo de unos meses, sin apenas visitas por una enfermedad altamente contagiosa, había engordado «10 o 12 kilos». Uno de los médicos propuso operarlo para quitarle un pulmón, lo que habría supuesto «el final de su carrera deportiva». «Pensé: ‘Aquí hay algo equivocado, hoy en día nadie muere de tuberculosis'», explica Wortmann, que buscó la ayuda del representante Jorge Mendes para llevarse a Silva de vuelta «a Portugal o Brasil».

En el país luso, gracias a un tratamiento agresivo del doctor António Almeida, pronto comenzó a mejorar. Para finales del 2005, Thiago estaba plenamente recuperado y pudo volver a relanzar su carrera en el Fluminense antes de volver a dar el salto a Europa en el 2009 para jugar en el Milan. 

Forjado en el barro

Contó en una entrevista para la web de la FIFA que su primera pasión fueron las cometas. Solo se aficionó al fútbol cuando vio fallar a Baggio el penalti que dio el Mundial de Estados Unidos 1994 a Brasil. Thiago Silva comenzó a patear el balón «sin reglas» en los campos de tierra donde se jugaban encuentros entre los equipos de barrios humildes de Rio de Janeiro. Ahí, pese a la timidez que describen de él, forjó el carácter de líder que exhibe a los 38 años en la selección.

El reputado central, que conquistó por fin la Copa América con su país en el 2019, sumó 25 títulos en siete temporadas en un París Saint-Germain que en el 2020 consideró que ya no le podían sacar más partido. Un grave error porque ahora luce voz de mando en un Chelsea con el que ha celebrado por fin la Champions, la Supercopa de Europa y el Mundialito de clubes. El Mundial de Catar es su nuevo desafío. «Estoy lo más motivado que se puede estar», asegura el capitán.