La Casa dos Druidas: un bar de leyenda en Vilaboa con fama mundial

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

VILABOA

Manolo Farto, que abrió el bar en el año 1996, mostrando su emblemático local.
Manolo Farto, que abrió el bar en el año 1996, mostrando su emblemático local. Ramón Leiro

Abrió sus puertas en los noventa en la se cree que fue la morada de un «menciñeiro» que recorría O Morrazo a caballo y reúne todos los símbolos de la Galicia mágica

28 abr 2023 . Actualizado a las 12:33 h.

Si las meigas habelas hainas, seguro que viven en el municipio pontevedrés de Vilaboa. Es imposible que las brujas fetiche de la cultura gallega elijan otro lugar para morar que no sea la famosa Casa dos Druidas ubicada en el lugar de Acuña, a unos quince minutos en coche desde Vigo o Pontevedra. Se supone que es un bar. O una tapería. Pero, desde que a mediados de los noventa abrió sus puertas, es mucho más que eso: es uno de esos lugares donde la palabra mágica asociada a Galicia no es una frase hecha, sino la realidad contante y sonante. Leyendas, lareira y horno de piedra, exposiciones sobre la matanza casera del cerdo capaces de provocar pánico al ojo del espectador, música de gaitas en los altavoces, empanada de maíz con zamburiñas en la mesa, arados o nasas colgadas y un hombre, Manolo Farto, comandante de esa factoría enxebre que entró en escena mucho antes de que los nos diésemos cuenta de que beber de la tradición y cultura celta siempre cotiza al alza.

Manolo tenía 25 años cuando su familia rehabilitó una vivienda en la aldea de Acuña, en Vilaboa, con la idea de hacer una casa de turismo rural. La leyenda decía que en ese sitio, seis o siete generaciones atrás, había morado un menciñeiro que recorría O Morrazo en un caballo blanco curando a diestro y siniestro. Y que este podía ser el más joven de una larguísima tradición de druidas, es decir, de esos sabios sacerdotes celtas que lo mismo se ocupaban de cuestiones religiosas que filosóficas o de sanación. Haber encontrado luego, durante la restauración de la vivienda, un símbolo en la pared escrito con el alfabeto celta ogham aceleró las cosas. Y así vino al mundo la Casa dos Druidas. «¿Como lle iamos chamar doutra maneira, tendo en conta todo iso?», razona Manolo. El hallazgo también hizo virar el negocio y, en vez de una casa de turismo, el chaval que era Manolo entonces montó un bar pintoresco; un museo etnográfico vivo donde la cerveza se tomaba escuchando a aquellos músicos que caminaban por la senda entonces casi desconocida del folk patrio.

Celebración de una fiesta de Samaín hace años en la Casa dos Druidas.
Celebración de una fiesta de Samaín hace años en la Casa dos Druidas. XOAN CARLOS GIL

 Eran buenos tiempos para la lírica. Y el hostelero recuerda llenar el bar cuatro o cinco veces al mes con conciertos de aturuxos y gaitas o el folk más rompedor. Treixadura, Os Carunchos, Verbo Xido... decenas de artistas pasaron por aquel local que fue cogiendo fama allende los mares. Porque lo cierto es que, bien por su sugerente nombre bien porque reunía todos esos símbolos de la Galicia mágica que fascinan al mundo, al lugar empezaron a llegar bandadas de extranjeros. Manolo, que nunca pensó que casi treinta años después seguiría con el mandil de hostelero puesto, echa la vista atrás y recuerda una anécdota con un cliente belga que, como tantos europeos, llegó a Vilaboa preguntando por la Casa dos Druidas:  «Eu montara unha exposición dentro do hórreo. Era da matanza do porco e, claro, había fotos feitas por min moi duras, co sangue, o coitelo e coas tripas. O belga quedou abraiado, díxome que onde se facía iso. E cando lle contei que era nas casas non daba creto», señala entre risas.

Podría cubrir un libro de anécdotas. Recuerda que, cuando aún estaba en obras, contrató una valla publicitaria en Pontevedra que ponía A Casa dos Druidas y el anagrama del local, con simbología celta. Alguien plantó debajo un cartel que ponía peligro y que no hacía alusión a su bar, sino a un papel sobre una manifestación en una fábrica. Pero esto era la letra pequeña y lo que veían los conductores era solo la palabra peligro y el nombre de su negocio, así que todo el mundo se preguntaba qué era aquello a lo que había que temer. Foi unha campaña de promoción brutal», indica. Tras la inauguración, tardaron poco en presentarse unos hombres de la Universidade de A Coruña que aparcaron ocho vehículos en Cuñas. ¿Qué buscaban? «Querían saben que raio era ese sitio que nos noventa tiña unha web cando nin o Concello sequera a fixera a súa», cuenta él.

El tiempo fue pasando y de la música folk se llegó a las tapas. Practican «cociña primitiva, a de toda a vida, das tortillas con cebola ou o raxo e a zorza». Y son un referente para los peregrinos del Camiño Portugués, que pasa cerca. Vienen, conocen el local y le cuentan al mundo que en Galicia se comía en cocinas de piedra con un pote de hierro en el medio. «Alucinan con ver unha lareira dentro do bar», indica. Hablan tanto de la Casa dos Druidas que en Google, si uno pone las palabras setas y Vilaboa, el buscador le lleva a este local. ¿Por qué? Porque en el exterior hay unas setas gigantes —que Manolo le compró a una comparsa— blancas y rojas que son todo un símbolo. Como el propio bar.