Cribados a jóvenes en los que la mitad no van por pereza o «miedo a meter eso en la nariz»

María Hermida
María Hermida REDACCIÓN / LA VOZ

VILABOA

Pablo Fariña

En cinco días, en el área sanitaria pontevedresa se convocó a 2.381 chavales para hacer pruebas de covid. El 50 % se las saltaron, para desolación de los sanitarios

07 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Sentada en el regazo de su padre, Nerea, casi un bebé, esperaba ayer a que le hiciesen una PCR en el párking del Hospital Provincial de Pontevedra. En cuanto vio acercarse a la enfermera, se tapó la cara con una mantita y rompió a llorar. «La primera vez que vino se dejó hacer la prueba sin problema, pero ahora sabe lo que es y no quiere», decía su progenitor. Nerea no se libró del palito. Su padre la sujetó y salió de allí con el test hecho. No se le habían secado todavía las lágrimas al salir del aparcamiento pero, con cariño, su papá le explicaba que la prueba era buena para ella y para todos. Su discurso quizás debieran escucharlo algunos rapaces más crecidos. Porque esa misma prueba que ayer afrontaba la bebé Nerea se la saltaron estos días al menos 1.186 chavales del área sanitaria pontevedresa. Les llamaron para hacerles cribados tras el megabrote de Mallorca y los contagios en fiestas -como las graduaciones-, pero la mitad no acudió. Hubo citas donde la abstención rozó el 80 %, como la de los jóvenes de 15 a 19 años de Vilaboa, que de 158 solo fueron 35.

Marta, que estudia en un instituto de Pontevedra, sí acudió al cribado. Reconoce que se sorprendió de que no hubiese cola al llegar al párking del Provincial: «Pensé que vendrían más compañeros, la verdad. Yo creo que mucha gente tiene pereza, que está ya un poco cansada de todo esto. Nos hicieron pruebas en el instituto y los que hacen algún deporte también se hacen muchas», cuenta. Martina, de 17 años y también pontevedresa, se postula en la misma línea: «Yo fui, ya llevo varias. Me dio un poco de pereza porque me citaron para muy temprano, pero sí que fui. Alguna gente no va por pereza o por miedo a meter eso en la nariz. A otros les hicieron muchas pruebas en equipos en los que juegan», indica. 

«Yo no lo entiendo, el mío vino»

Marina y Marta se sorprendían al saber que la mitad de los jóvenes no fueron al cribado. Y todavía alarmaba más esta cuestión a una madre que, acompañada de su hijo pequeño, esperaba ayer para hacerle una PCR en el párking citado: «Yo no lo entiendo, el mío vino y de su clase yo creo que acudieron muchos», decía. Luego, explicaba la situación vivida y cómo reaccionó su hijo adolescente: «Fue a una cena de graduación y a los pocos días nos dijo que se iba a encerrar en una habitación, que compañeros que se habían sentado en su mesa estaban con síntomas y que seguro que estaba contagiado, porque estuvieron pegados sin mascarilla. Se confinó por decisión propia antes de hacerse la prueba, pero ya nos habíamos contagiado todos en casa menos el crío pequeño, que viene hoy a hacer la segunda PCR a ver si le dan el alta». Daba las gracias de haber pasado el covid con síntomas leves pese a ponerse la primera dosis justo antes de contagiarse.

La escuchaban a ella las sanitarias que hacen los cribados, que estos días mostraban su desolación por la baja participación de los chavales en las pruebas. «Muchos son asintomáticos, pero pueden no serlo», insistían. Luego, seguían a lo suyo. No les faltaba trabajo. Pero reconocían que hubiesen preferido andar aún más apuradas y que los rapaces acudiesen en masa a hacerse las pruebas. No fue así.