Pablo García Dacosta, organizador de despedidas de soltería: «El estríper ya no se lleva»

SANXENXO

ANGEL MANSO

Con una experiencia de más de veinte años dice haber preparado miles de eventos. ¿La ultima tendencia? Barcos y dominátrix

12 ago 2022 . Actualizado a las 17:41 h.

Igual usted no lo sabe, pero es posible que Pablo García Dacosta (Ferrol, 1974) fuera quien organizó su despedida de soltero. Porque han sido miles las que ha preparado en los últimos veinte años. Y lo sabe todo al respecto. Emprendedor nato, le va bien pese a que eso de las bodas está de capa caída.

—¿Qué trabaja más, despedidas de soltero o de soltera?

—De soltera, siempre. Ellas se lo trabajan más, arropan más a la novia, son más amigas de la novia... Las despedidas han cambiado mucho en los últimos veinte años: de las típicas borracheras, estriptis, desfases, se ha ido evolucionando a cosas más elegantes, con grupos más pequeños y cosas más diferentes.

—¿Cómo sería hoy una despedida estándar?

—Pues con ocho o diez chicas que salen de su ciudad, hacia la vertiente atlántica: A Coruña y Vigo y, en verano, Sanxenxo y Baiona. Un día o dos con una actividad, un alojamiento y una cena. Las chicas buscan actividades más orientadas a belleza y bienestar, alquiler de barcos o ginkanas... cosas divertidas. Y las cenas, cada vez más, son cenas conjuntas. En un recinto reúno a varios grupos que están de fiesta y se genera fiesta.

—Entonces hay muchas despedidas.

—La tendencia es a la baja. Porque cuando yo empecé había 15.000 bodas al año en Galicia y hoy hay 8.000. Sigue habiendo despedidas pero de otra manera.

—Esos grupos de mujeres con penes en la cabeza...

—Eso se ve menos. Hay dos perfiles: la gente de ciudad y los que no lo son. Ahí sí que pervive más ese tipo de despedida de cena y fiesta. La gente de ciudad busca fines de semana diferentes: van a Gijón o a Oporto. Buscan algo que no sea solo desfase.

—O sea, que el estríper ha pasado a la historia...

—Sí, el estríper ya no se lleva. Cuando yo empecé eso estaba muy afianzado. Yo tenía seis o siete y los movía por muchos restaurantes la misma noche. Pero hemos evolucionado. Funcionan más las estríperes, porque los chicos sí que lo demandan, pero las chicas ya no pagan por eso.

—¿Cual diría usted que es la tendencia ahora?

—Los barcos. En vez de gastar dinero en otras cosas, invierten en un barco. Por mil euros se contrata un yate todo un día. Y ahí mucho Instagram, mucha foto, comida, bebida... Lo que estás pagando es una experiencia diferente. Amigas tienes muchas y muchas veces has ido a cenar con ella. Esto es otra cosa.

—Habrá organizado muchas despedidas.

—Llevo veinte años a una media de veinte o treinta por fin de semana entre abril y septiembre. Así que calcule.

—¿Tantas?

—Mi récord está en 61, el 21 de junio del 2016.

—Seguro que alguna acabó mal.

—Bueno. A veces las expectativas de todos no coinciden con la realidad.

—Yo me refería más bien al hecho de que alguno se pasara y acabara en comisaría.

—¡Ah! Por supuesto. Sanxenxo por ejemplo es un lugar que atrae muchas despedidas, pero el concello y el pueblo no las quieren. Y hay multas. Multas al desfase. Y con eso quiero decir amarrar a un tío a una farola y tirarle huevos y que esté pasando por detrás Amancio o el Emérito.

Edgardo

—¿Quién suele contratar?

—El mejor amigo o amiga, algún familiar y luego hay casos excepcionales: la suegra, la cuñada...

—Con tantos años, igual ya organizó más de una despedida al mismo individuo.

—Pues sí. Es que también hay despedidas de casado, o alguien que ha encontrado un buen trabajo, por ejemplo.

—¿Y cómo se le ocurrió este negocio?

—Cosas de la vida. Tenía una amiga que bailaba y no tenía trabajo. Le hice una página web y empezó a llegarme muchísimo trabajo... y me dejé llevar. Eché la caña y me vinieron muchos peces.

—¿Qué no acepta en una despedida?

—Muchas cosas. Prostitución, por ejemplo. Lo piden los chicos sobre todo. Y las chicas buscan demasiadas cosas que han visto aquí o allá. Hay una encargada, pero al final acaban llamando todas las del grupo.

—¿Está casado?

—No, pero tengo pareja desde hace diez años.

—¿Se organizó una despedida?

—No. Pero ella sí, que se casó y se separó en su momento. Creo que la despedida se la organicé yo, pero no me acuerdo, porque yo no trato con los novios.

—¿La despedida más loca?

—No sabría decir. Pero sí que estos últimos años, como los estríperes están en decadencia, he reconvertido alguna en dominátrix que, vestida de cuero, se va por los vinos por la tarde y esposa al novio y le zurra. De forma cómica, claro.

—No solo hace despedidas.

—Tengo también una empresa de alquiler de yates, seagalicia. En agosto funciona muy bien. Son líneas de negocio complementarias, porque las despedidas, en agosto, bajan mucho.

—¿Celta o Dépor?

—Soy del Dépor... empresarialmente. Si al equipo le va bien, viene gente a hacer la despedida y a ver el partido.

—Cuando no trabaja, ¿qué le gusta hacer?

—Yo trabajo seguido, ja, ja. Me gusta hacer deporte. Siendo de Ferrol, siempre hice surf. Andar en bici y me gusta mucho la naturaleza.

—Defínase en cuatro palabras.

—Testarudo, emprendedor, alegre, comedor.

—Vaya, le gusta la cocina, entonces.

—Sí, cocino bastante. Es mi momento especial, cuando dejo el teléfono.

—Un lugar especial.

—Las playas de Ferrol, cualquiera.

—Dígame un refrán.

—Más vale pájaro en mano que ciento volando.

—Muy empresarial, sí señor. Su lugar especial.

—Las playas de Ferrol, cualquiera.

—Una canción.

By the way, de Red hot chili peppers.

—¿Lo más importante en la vida?

—Ser feliz.