Sanxenxo espera al rey emérito: «Ya no hay motivos para que no venga»

Nieves D. Amil
NIeves D. Amil PONTEVEDRA / LA VOZ

SANXENXO

Su círculo íntimo espera que pueda estar en el Campeonato del Mundo de vela de junio a bordo del Bribón 500

03 mar 2022 . Actualizado a las 20:28 h.

¿Sanxenxo espera al rey emérito este verano? Su círculo privado en las Rías Baixas reconocía este jueves, apenas unas horas después de que la Fiscalía archivase la investigación por supuestos delitos fiscales, que «ya no hay motivo para que no venga. Esperemos que pueda hacerlo». Todavía es precipitado saber dónde y cuándo podría desembarcar en la ría de Pontevedra, pero su entorno recalca que habrá que aguardar unos días para ver cómo se organiza ese más que probable regreso del rey emérito a España. Y por supuesto a Galicia. Todos los ojos tienen la mirada puesta en una cita importante, a la que Juan Carlos I lleva asistiendo con éxito desde hace años y a la que le gustaría volver. Entre el 10 y 19 de junio se celebrará el Campeonato del Mundo de clase 6 metros en Sanxenxo.

El Bribón 500, capitaneado por su amigo Pedro Campos, espera a su patrón. «La vela es una de sus aficiones y Sanxenxo un lugar que le encanta, así que este año, mejor imposible», explica su anfitrión en las Rías Baixas. Su último trofeo por el título mundial conseguido en Hanko (Finlandia) por el Bribón descansa junto al europeo en una vitrina de la tercera planta del Club Náutico de Sanxenxo. Cada vez que el rey emérito entra en el edificio hay algo que no perdona. Se acerca orgulloso a verlo. Él se encargó personalmente de supervisar la placa que recoge el logro deportivo del 2019. Hace unos meses, su barco compitió en el Europeo de la mano de Pedro Campos, que espera contar con Juan Carlos I a los mandos del Bribón 500. «Hasta junio todavía queda mucho tiempo», explica su amigo. Desde el año pasado, el barco se acompaña del apellido 500 para conmemorar el medio siglo de la vuelta al mundo de Juan Sebastián Elcano, nombre que recibe el buque escuela de la Armada. El rey emérito navegó en ese navío para completar su formación castrense en la década de los cincuenta.

Debilidad por Marín

Marín es la otra orilla de la ría de Pontevedra a la que el rey emérito le tiene especial cariño. En los últimos meses se ha especulado con la posibilidad de que por motivos de seguridad se le pudiese habilitar un espacio residencial en la Escuela Naval. Si en Sanxenxo se reencuentra con el mar y sus amigos, en Marín compartió su formación militar con unos compañeros, que volvió a ver en el 2004 y con los que todavía está en contacto.

Y es que su relación con las Rías Baixas está plagada de fechas significativas, ¿seguirá sumando más? La última vez que pisó Sanxenxo fue en agosto del 2020. Recordaba este jueves su íntimo amigo Pedro Campos que «pasó el confinamiento en Zarzuela y vino por aquí en verano». Lo hizo antes de poner rumbo a los Emiratos Árabes para despedirse de la que durante años fue su segunda casa. Si a su regreso se convertirá en la primera, es algo que sus amigos descartan (por ahora). «Jamás le he oído decir que quiera que esta sea su residencia permanente», indica Campos, que desde hace años lo acoge en su casa en cada visita. Al principio se hospedaba en la casa rural do Sear, en el entorno de la playa de Areas, en Sanxenxo.

Entre las posibles destinos de Juan Carlos I, además de las Rías Baixas, se baraja también la opción de Cascáis, en Portugal, un lugar que él conoce bien. Además, este año se disputará ahí una regata de la Copa del Mundo de vela. «El rey emérito también tiene mucha relación y mucha actividad náutica», decía este martes Pedro Campos. Juan Carlos I pasó su niñez en esta localidad a 25 kilómetros de Lisboa. Don Juan, como otros príncipes europeos, había escogido Portugal para exiliarse junto a su familia durante la dictadura de Franco.

La decisión de archivar la investigación al rey emérito ha abierto un laberinto de incógnitas, que acercan a Juan Carlos I a las Rías Baixas. Su idilio con Sanxenxo comenzó ya en el año 2000 cuando visitó la villa y lo llevaron a comer a la isla de Ons. Ese flechazo de principios de siglo no ha hecho más que alimentar un amor incondicional a una tierra por la que no ha perdido la pasión.