Sanxenxo, una isla rodeada de restricciones

Nieves D. Amil
NIEVES D. AMIL PONTEVEDRA / LA VOZ

SANXENXO

«Aunque te dejen trabajar, no quiere decir que puedas hacerlo», lamentan algunos hosteleros de la villa turística

11 nov 2020 . Actualizado a las 12:05 h.

Es noviembre en Sanxenxo. También lo es para el resto del planeta, pero en este rincón de las Rías Baixas este mes deja la actividad a medio gas después de una siempre fructífera temporada de verano. Este año todo es distinto. Ni la campaña de verano fue tan buena, ni es un noviembre cualquiera. La capital turística de las Rías Baixas es una isla en medio de una comarca de restricciones. A un lado Poio y Pontevedra y al otro, O Grove tienen la hostelería cerrada desde el pasado sábado y la movilidad prohibida. La ciudad del Lérez solo se puede mover en su área, mientras O Grove no puede salir de sus límites. Lo único que es igual para todos es el toque de queda que obliga a cerrar todo a las once de la noche. Así que Sanxenxo amanece cada día con los bares abiertos, pero a medio gas. «Yo ahora tengo dudas de si compensa o no estar abierto, está siendo un año duro en el que aunque te dejan trabajar, no quiere decir que lo hagas», explica Fidel Bouzada, responsable del restaurante y el hotel Fidel, que asegura que es difícil hasta comprar al no saber qué día les espera.

Son las doce de la mañana y escribe sobre la pizarra el menú del día a once euros. En la terraza apenas tres mesas aprovechan el sol de noviembre, pero «solo del día a día del pueblo no da para vivir». Cuando su hotel normalmente está lleno todos los fines de semana de invierno, este martes solo hay tres habitaciones ocupadas de huéspedes que han tenido que alojarse por trabajo y «el sábado estuvo vacío». Él y su mujer seguirán tirando del carro de su local a la espera de saber cómo evoluciona todo. Casi enfrente del Concello, unos metros antes de llegar a Silgar, hay alguna tertulia en los bancos de la plaza y empiezan a verse los primeros clientes en las terrazas.

José Manuel Rodríguez es el encargado de la cafetería Tela Marinera, en Augusto Besada. Sirve cafés a los trabajadores del entorno que hacen su descanso de media mañana y reconoce que es el primer sorprendido de que Sanxenxo se haya librado de las restricciones. «La gente se sorprende de que estés trabajando, pero yo reconozco que es un privilegio poder hacerlo», apunta Rodríguez. Eso sí, no descarta que en los próximos días se incluya a Sanxenxo dentro del mapa de unas restricciones que tienen cerrados los bares y limitan las reuniones a convivientes: «Yo contaba con que el lunes las aplicasen, pero mientras podamos ir tirando, seguiremos», apunta el encargado de Tela Marinera, que pese a seguir la actividad «normal», asegura que está siendo muy duro. La capital turística seguía ayer en alerta roja por covid, con 58 casos activos, dos menos que el lunes y fue uno de los primeros municipios del área en tener restricciones.

Hosteleros y comerciantes aseguran que ya desde el verano se han quedado en Sanxenxo muchos visitantes que tenían en la villa su segunda residencia. «Pero también hemos visto portugueses y gente de fin de semana cuando ya no se podían mover», dicen en algunos bares y lo corroboran las trabajadoras del mercado de Sanxenxo. «La gente entra y sale como le da la gana, nuestras clientas de Madrid vienen y hace unos días cuando Castilla y León estaba cerrada atendí a una familia leonesa que había venido unos días», comentan en una plaza muy tranquila para ser martes. «A nosotros ya ni nos afectaría que cerrase la hostelería porque ya casi no vienen, no hay gente. Esto está siendo penoso», comenta Cristina Martínez desde su puesto de verduras. Junto a ella están Charo Graña y María Jesús Prieto, que atienen un puesto de marisco y pescado, respectivamente. Las tres coinciden en la falta de trabajo. Comprenden la difícil situación de los hosteleros. «Tienen miedo a comprar y es normal, no van a almacenar la mercancía, no se sabe lo que va a pasar, nosotros seguimos notando mucho miedo», comenta Prieto.

Muchos hosteleros, especialmente los que tienen sus negocios en el frente de Silgar, se han tomado este mes de vacaciones. Normalmente descansan en noviembre para reponer fuerzas de cara a la Navidad. Este año muchos no han podido recaudar tanto en verano como para poder descansar y confiesan que siguen al pie del cañón para no naufragar. «La cabeza está machacada, uno no sabe de que forma perdería menos, si abierto o teniendo que cerrar», apunta Fidel Bouzada, que lleva una treintena de años al frente del restaurante que lleva su nombre. Reclama ayudas fuertes para la hostelería porque «de nosotros depende mucha gente, no solo los empleados». Los hosteleros de Sanxenxo ven hacia la Navidad con expectativas y solo lanzan un mensaje: «Si nos tienen que cerrar que no sea en las fiestas, si hay que atajar el problema que sea ya». No quieren que a un mal verano le suceda un terrible invierno.