El incendio en un alpendre de Vilalonga con una historia bien triste detrás

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

SANXENXO

24 ene 2020 . Actualizado a las 09:30 h.

El lunes, el servicio local de Emerxencias de Sanxenxo acudió a sofocar un incendio en un alpendre del núcleo urbano de O Freixo, en Vilalonga. En principio, y dentro de lo negativo de que se produzca un fuego, parecía que había noticias buenas. Ya que, en principio, la estructura del inmueble no resultó afectada y solo hubo que lamentar daños en el material que se guardaba en el galpón. De hecho, lo único que trascendió inicialmente es que se habían quemado unas alpacas de paja que se guardaban allí. Pero el incendio tenía cara B. Y ese lado es bien triste. Porque resulta que en ese galpón también había muchas dosis de solidaridad. Ese era uno de los locales en los que la entidad benéfica Alupa guardaba muchas de las donaciones que recibió y que contaba repartir a familias necesitadas. Tenía ahí desde ropa a juguetes pasando por mobiliario infantil como serones. Todo quedó calcinado.

Fue la dueña del galpón la que, con pena, llamó a una de las responsables de Alupa, Visi Vidal, para informarle de lo que había sucedido en el galpón que le cedieron a la entidad para almacenar ropa y demás. Vidal se desplazó hasta Vilalonga y, tal y como cuenta, lo que vio le provocó un torrente de emociones: «Lloré, me puse triste, luego me cabreé... hice de todo», indica. Tras el cabreo inicial, empezó a recoger lo que había quedado calcinado y descubrió que era bastante más de lo que inicialmente creía. «Saqué un contenedor de cosas quemadas y aún queda allí lo suficiente para llenar dos o tres más. Es una pena», indica Visi.

A ella no le coge en la cabeza que se haya producido un incendio fortuito en un alpendre «que no tiene corriente eléctrica». Así que solamente se le ocurre una opción: «Todo hace pensar que tuvo que ser intencionado, y eso es lo que más rabia da», dice.

Luego, Visi Vidal cuenta que, al carecer de local propio, Alupa tira de personas o entidades que les ceden espacios, como este de Vilalonga o como el que les deja también para almacenaje el club de motoristas Revel. Pese al disgusto, Visi lo tiene claro: «Hay que seguir luchando».