Los mejores sitios para comer al aire libre

SANXENXO

Ramón Leiro

De la playa a la ría pasando por el jardín, aquí el objetivo es no ponerse a cubierto. Agarra bien el tenedor y recorre esta ruta diseñada para comerte el verano. Las mejores terrazas te esperan.

29 jul 2019 . Actualizado a las 20:43 h.

¿Quién quiere mesa dentro cuando aparece el anticiclón? Este año se está haciendo de rogar, pero YES te propone una ruta de locales en los que sentarte al primer rayo de sol. Empezamos por el sur, que es donde más disfrutan de él, y nos vamos a Sanxenxo.

Con música en directo

Si hay un destino al que se acercan los del sur y bajan los del norte cuando toca estirar la toalla, ese es Sanxenxo. Ahora que, si además queremos comer bien y con vistas a la playa de Silgar, hay que buscar sitio. Con esas dos condiciones llegamos hasta la terraza del Gran Talaso Hotel Sanxenxo (arriba), donde lo mismo puedes disfrutar de un arroz con bogavante que de un pescado o un marisco fresco del día. «Ofrecemos cocina tradicional gallega. En los entrantes puedes encontrar desde jamón hasta pulpo, carpaccio o sopa de pescado, y en los segundos, abadejo, rape... Dependemos del que haya en la lonja», indica Paula Tilve, directora comercial del hotel. En cualquier caso, en su carta manda el mar y destacan los postres caseros. Brownie, cheescake, cañitas fritas, torrija de brioche o crujiente de manzana con helado de canela son algunos de ellos. La bodega contiene referencias españolas y mucha denominación de origen gallega, aunque no olvidan que tomarse una copa aquí arriba es un lujo, y ofrecen coctelería. Quien quiera merendar y tomarse un café, un batido o un sándwich también es bienvenido en este local que pertenece al hotel, pero que está abierto al público y tiene entrada desde el paseo marítimo. Y si optas por cenar, lo harás con música en directo. Esta misma semana ha arrancado la programación, que se prolongará el 30 de julio y los días 1, 6, 8, 13 y 16 de agosto. Eso sí, si ya estás pensando en ir, mejor reserva. «Hay gente a la que incluso ya le interesa una mesa en concreto, y también hay fechas que tenemos reservadas desde hace un par de meses», avisa Tilve. Y algo parecido ocurre por el norte.

Un local abierto a la ría

MARCOS MÍGUEZ

La terraza de A Cabana, en el municipio coruñés de Bergondo, también está de lo más solicitada. Este local con historia lleva en activo desde 1983 y ofrece cuatro cartas distintas a lo largo del año, una para cada estación. Pero la verdadera protagonista es su terraza. «Tiene unas vistas espectaculares a la ría de Ares y Betanzos, Miño, Ares, Redes, Sada, Lorbé... Se ve hasta el puerto exterior», señala el propietario, Manuel Casal. Y es que A Cabana tiene dos plantas, las dos con su propia terraza. Con semejante vista, no resulta extraño que haya reservas para la puesta de sol. «Mucha gente mira a qué hora va a ser la puesta y reserva para poder disfrutarla», señala Casal, que recibe también muchas cenas privadas en su restaurante, con capacidad para 120 personas. El sello que predomina aquí es el local y de cercanía. La merluza del pincho, los productos de la huerta y la carne gallega son habituales en su carta, en la que hay dos platos que no fallan desde su apertura: «La merluza rellena de centollo y la tarta helada de almendra», dice el dueño, que detalla que además ofrecen un menú ejecutivo semanal y otro de degustación para los cruceristas. «Es el Menú Degustación Galicia, y les damos a probar un vino de los cinco consejos reguladores que hay en Galicia y una tapita típica de aquí con cada uno para que saboreen nuestra tierra», apunta.

Entre piedras e historia

MARTINA MISER

Las vistas son importantes pero no todas las terrazas tienen por qué asomarse al mar. Cambados es mar pero también es piedra. Y es historia. Y precisamente rodeada de piedra y de historia está la terraza de A Casa da Leña, emblemática tapería, referente en el casco antiguo cambadés desde hace casi dos décadas. No en vano al frente del local está Manolo Torres, propietario de otro de esos lugares que conviene tener en cuenta cuando se visita la villa del albariño, como es el restaurante O Bo Paladar. Tiene la cocina de A Casa da Leña los mismos fundamentos que los de aquel -calidad en el producto y honestidad en las elaboraciones- pero en un formato más versátil, el de las tapas y raciones. Durante el verano la terraza de A Casa da Leña se nutre fundamentalmente de foráneos. Y olvídense de las engañosas mariscadas. Aquí lo que se sirve es zamburiña autóctona y la almeja es babosa. Otra irresistible tentación son las luritas de la Ría encebolladas. Claro que para tentadora la tortilla paisana que se exhibe en la barra. Cuatro docenas de huevos, patatas, jamón, cebolla y chorizo se emplean en su elaboración. Y a pesar de su grosor, unos 10 centímetros, resulta increíblemente jugosa. «En un día de agosto hacemos 6 o 7», confiesa Manolo. Para quienes buscan un sustento más consistente, A Casa da Leña propone platos como el raxo de cerdo a la aldea, el codillo, el entrecot de vaca o el solomillo de buey. Y entre las sugerencias uno se puede topar desde unos camarones o unos percebes a una costilla de cerdo ibérico en salsa hoisin o una costilla de ternera a baja temperatura. Y ojo a la bodega, en un sótano climatizado. Cuenta con más de 200 referencias.

Un rincón con encanto

Agostiño Iglesias

Seguimos instalados en el anticiclón y nos vamos hasta Ourense. Si algo tiene de especial la provincia es que está plagada de rincones con encanto en los que sobrevivir a los 40 grados que alcanza la mayoría de los días de verano, cuestión de supervivencia. En el corazón de la ciudad, detrás de un lateral de la Plaza Mayor, se esconde la Plaza de la Magdalena. Hay muchas características que lo convierten en uno de los lugares más entrañables de Ourense, desde su pequeña dimensión, su cerrada localización -en un lado la iglesia de Santa María Nai, en los otros tres, edificios de la zona vieja- o su historia. En el pasado más reciente, el lugar era un mercado tradicional de frutas y verduras, antes fue cementerio. Para quitarle misticismo al asunto y que podamos centrarnos en la belleza de su suelo empedrado y del crucero barroco que la corona, la plaza cuenta con una zona de terrazas en la que se instala un solo restaurante, el Tapa Negra. En sus mesas se pueden degustar platos que fusionan la innovación con el producto gallego tradicional y una o varias cañas con amigos e, incluso, es posible sentir la necesidad de tirarse la chaqueta a los hombros cuando anochece. José Luis Fernández y Rocío Mariño trasladaron su gastrobar a esta privilegiada localización hace pocos meses, tiempo suficiente para comprobar que entre sus clientes la variedad es tan frecuente como la hospitalidad de la casa. «Nosotros estamos encantados con nuestra ubicación. Tenemos unas vistas preciosas y es una zona muy cómoda, sin tráfico, y con muy buen ambiente», afirma José Luis. Turistas, familias, grupos de amigos y hasta peregrinos acuden a la terraza del Tapa Negra cada día con el fin de aprovecharse de la mezcla entre buena comida y un lugar único. «Es uno de mis sitios favoritos de la ciudad. Siempre llegamos por la tarde y acabamos quedándonos a cenar», cuenta Sara, una ourensana enamorada de la plaza y del restaurante. Son muchos los que piensan como ella.

El jardín de las monjas

XOAN A. SOLER

Poco a poco, Santiago va desvelando los secretos urbanos y arquitectónicos que se esconden detrás de los muros del casco histórico, muchos de ellos propiedad de la Iglesia y con un uso público limitado. Es el caso de Casa Felisa, un restaurante con pensión que fue vivienda de una congregación de monjas que cuidaron durante décadas un jardín que es un tesoro. Ahora el naranjo, el limonero, el peral, la palmera y el laurel dan sombra a los platos que se sirven en una casa de comidas que vive por y para su terraza-jardín. «El 90 % de nuestros clientes vienen para comer o cenar al aire libre», comenta Pedro Lago, que dirige un negocio que es capaz de atender a un centenar de comensales. Casa Felisa bien vale para resguardarse del calor, pero también es un refugio en esos días compostelanos en los que hay que abrigarse un poco. Allí hay buenos rincones. La antigua casa religiosa está en la Porta da Pena, en la zona norte del casco histórico, a la que ya no llegan automáticamente tantos turistas, y a los propios santiagueses se les resiste un poco. Hay que ir, como expresan la mayoría de los comensales que comentan su experiencia en las páginas de reputación, en las que nunca falta una mención positiva al jardín. La carta es amplia y tradicional, y son los turistas los que dan cuenta del plato estrella, las chuletitas de cordero: «Cuando empiezan a pedirlas, por Semana Santa, sabemos que comienza la temporada de trabajo». ¿Así quién va a querer meterse dentro?