Buscan en puertos deportivos la lancha que arrolló a un buzo en Portonovo

L. Penide / C. Barral PONTEVEDRA / LA VOZ

SANXENXO

Sxenick

«Lo dejaron morir. Tuvieron que notar el golpe», sostienen los submarinistas

03 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En el marco de la investigación por el atropello mortal de un submarinista en aguas de punta Cabicastro, en Portonovo (Sanxenxo), la Guardia Civil está centrando sus pesquisas en los puertos deportivos próximos a esta localidad pontevedresa. Por el momento, se dispone de una serie de características de la embarcación y se sospecha que, dada la gravedad de las heridas que presentaba Manuel Ángel Fernández Bouzas, el impacto tuvo que dejar marcas visibles en el casco, la cola o, incluso, la hélice.

En este sentido, las fuentes consultadas destacaron que la práctica totalidad de los puertos deportivos de la comarca disponen de sistemas de videovigilancia. De este modo, no descartan que existan grabaciones que puedan arrojar luz sobre la identidad de las personas -4 o 5, señalaron algunas de estas fuentes- que iban a bordo de la lancha en el momento de producirse el atropello, un hecho que todos coinciden en calificar como «una negligencia criminal».

«Lo tuvieron que notar»

Entre los aficionados a la pesca submarina, el sentimiento es unánime: «Lo dejaron morir. Tuvieron que notar el golpe a la fuerza». Descartan de plano que el piloto de la lancha no se hubiera percatado de lo ocurrido, ya que, tal y como reseña Diego Calviño, la primera persona que auxilió al fallecido, «con mi barco pillo un palo, un palito y se nota, y más cuando es una persona que lleva plomos en la cadera. Lo tuvieron que notar a narices».

El atropello se produjo en torno a las seis de la tarde, cuando Manuel Ángel se encontraba disfrutando de su afición, la pesca submarina. «Yo no lo conocía, pero el chaval estaba pegado a la boya, de hecho le dieron al agarrarse a esta», añadió Diego Calviño, quien remarcó que eran varios los submarinistas que estaban en esa zona, por lo que se mostró convencido «de que nos pudo pasar a cualquiera».

«Solo les deseo que los cojan y paguen por lo que han hecho»

«Me llamo Diego y ayer vi morir a Manuel. Me llamo Diego, pero podría llamarme, perfectamente, Manuel». Con estas palabras, Diego Calviño, la primera persona que auxilió al buzo en Portonovo, arranca en Facebook una carta abierta a las personas que iban a bordo de la embarcación, a las que «solo les deseo, primero, que los cojan y paguen por lo que han hecho y, segundo, una vida muy larga y sana en que cada mañana puedan levantarse, mirarse en el espejo y que recuerden esta cara, que la recuerden para siempre tal y como aparece en la foto, porque yo ya tengo otro recuerdo de él». Reconoce que, aunque uno se prepare para muchas cosas, una situación como la vivida el lunes supera a cualquiera, pese a lo cual «intenté salvarle pese a que, en el fondo, ya sabía el final de esta historia, que no es precisamente feliz». Diego aprovecha su carta para hacer un llamamiento a todo aquel que se ponga a los mandos de cualquier barco, para que sea «consciente de una puñetera vez de que donde hay una boya de señalización también hay una vida, una vida tan frágil como la de tus propios hijos, lleve bandera alfa y esté bajo el agua, o no la lleve, porque también hay gente nadando con ese tipo de boyas». «Yo no lo conocía y tú probablemente tampoco, pero podría ser tu mejor amigo, tu hijo, tu padre, tu hermano, tu primo...», añade.

Absuelto un piloto que se acercó a un buceador en una playa de Marín

Aunque es con la llegada del verano cuando más peligro existe de que un submarinista sufra una atropello en el agua, lo cierto es que es un riesgo presente en cualquier época del año. Así lo pudo comprobar el pasado 7 de octubre un aficionado que, vestido con traje de neopreno oscuro, se encontraba en la playa de Portocelo, en Marín, y vio cómo una embarcación pasaba a su lado generándole un cierto «temor de ser arrollado». No fue alcanzado y la barca continuó su marcha hacia la cercana playa de Mogor.

El aficionado consiguió identificar la lancha y denunció lo ocurrido, si bien la Justicia acaba de absolver al propietario de la misma de un supuesto delito leve de coacciones. Y eso que la misma sentencia reconoce que «el modo en el que pilotaba la embarcación [el acusado] llamó la atención de las personas que se encontraban en la playa y el paseo».

En la sentencia se recoge, asimismo, que el arenal de Portocelo carecía de balizamiento.