Enrique Martínez Marín (León, 1959) es un apasionado defensor de Sanxenxo, localidad en la que veranea desde hace 16 años. Recibirá este año una de las Cebolas de Ouro que otorga el Concello
-¿Por qué Sanxenxo?
-El motivo fue mi mujer, Isabel Cadórniga, que de pequeña veraneaba aquí. Al final sus amigas también estaban aquí y vinimos. Es un sitio precioso.
-¿Se acuerda de su primera impresión de Silgar?
-La recuerdo perfectamente. Venía caminando desde Portonovo y vi Silgar de noche, allá abajo, con las boyas amarillas y me pareció un sitio precioso. La vista me enamoró.
-¿Qué más le atrae de Sanxenxo?
-A mí me gusta también el monte. Siempre hago mis kilómetros por los montes, una ruta poco comercial, desde la subida de Miraflores hacia Aldariz. Por allí me he hecho mis propios circuitos. De la playa me gusta Silgar, cuando voy acompañando a mi mujer. Pero a mí, me gustan las calas más pequeñitas como Panadeira y Lavapanos. Me gusta meterme y bucear, mejor dicho nadar con gafas, hasta Carabuxeira.
-¿Qué es para usted esta villa?
-Me hace mucha ilusión Sanxenxo, porque viví en muchas partes de España. Siempre he echado de menos un sitio que sea mi referencia personal, mis raíces, y con Sanxenxo me siento identificado. Mi mujer y yo queremos jubilarnos aquí.
-¿Cuál es su otra relación con Sanxenxo?
-He trabajado en el gabinete de Estado de Telecomunicaciones y fui coordinador del Plan Nacional de Ciudades Inteligentes y ahora presidente de Segittur. Conozco Sanxenxo profesionalmente porque aspira a ser un destino turístico inteligente.