Los turistas aguardan horas en un centro de salud colapsado en Baltar

Marcos Gago Otero
marcos gago SANXENXO / LA VOZ

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Los mismos sanitarios atienden a adultos y a niños y cubren jornadas de 21 horas

18 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Indignación. Profundo malestar. Incredulidad. Cansancio. Estos son los sentimientos más comunes en el centro de salud de Baltar, que atiende a Sanxenxo y Portonovo y sus más de cien mil turistas en julio y agosto. Las largas esperas para que llegue el turno del médico o de enfermería son habituales este verano, pero ayer volvió a vivirse una jornada de locos en las consultas de desplazados del ambulatorio de la que en verano es la tercera ciudad de Galicia. Las esperas se prolongan durante horas y más vale que se arme de paciencia si le toca acudir uno de estos días al ambulatorio. Los pacientes alaban la profesionalidad de los trabajadores, escasos, que no dan abasto en el centro de salud. Contra quien lanzan todo tipo de improperios y alguna que otra reclamación oficial es contra el Sergas, Administración sanitaria que parece ausente en la capital turística de las Rías Baixas.

Es la una y media de la tarde en Baltar. Afuera un calor abrasador. Dentro hay tantos pacientes esperando su turno que no cogen en la sala de espera y se desperdigan hasta por los pasillos y la entrada. Habrá como unas 60 personas en total, entre adultos, niños y bebés. Basta decir que uno es periodista y todos los ojos se iluminan y muchos empiezan a narrar su historia y su queja. Vienen de vacaciones a Sanxenxo, el concello con más Q de Calidad de Galicia, pero donde la falta de personal sanitario es patente. Diga lo que diga el Sergas, el refuerzo es insuficiente para los que tienen que esperar horas y más horas -y que no sea con niños-.

Estrella Blanco, de Madrid, llegó a Baltar a las nueve y le dieron cita para las doce. Con una hora y media de retraso y una cola de aquí te espero, el ambulatorio más se parece a urgencias de Montecelo en el pico de gripe que a un moderno centro de salud. Ella se lo toma con filosofía. La retranca es su única arma defensiva ante el aburrimiento de la espera. «Soy de aquí, pero vivo fuera, así que tengo que venir como desplazada al médico», comenta.

Al otro lado de la estancia, Iván, de Madrid, cogió cita a las 9.36 horas y le tocaba consulta, hipotéticamente, a las 12.03 horas. La teoría no se convirtió en práctica y, con un niño con problemas de vientre desde la noche, este padre se desespera. «A la una de la tarde aún estaban esperando su turno la gente que debía ser atendida a las once», comenta.

El protocolo lo impide

Cerca está la consulta del pediatra, casi vacía. Como el hijo de Iván es de fuera no le corresponde que lo atiendan. Le tocará el médico de familia de la consulta de desplazados, y eso lleva al padre por la calle de la amargura. El niño lo pasa mal y el otro pediatra aparentemente no tiene tanta gente, pero el protocolo impide que lo vea. ¿Solución? La pataleta. Una reclamación.

Cristina, de Burgos, tiene un niño pequeño que juega en el mostrador mientras espera su turno. Lleva allí toda la mañana. «Mi marido está con nuestro otro hijo, un bebé de cuatro meses, en el pasillo. No sé ni cómo podré darle el pecho», se lamenta.

El personal sobrelleva la carga de trabajo como puede. Los pacientes no les echan la culpa. Hacen lo que pueden. Son turnos de dos médicos y dos enfermeros. El Sergas les ha ofrecido contratos que suponen jornadas laborales de 21 horas continuadas. De 11 a 15 horas refuerzan las consultas de desplazados y de 15 horas de un día a las 8 horas del siguiente el PAC. El mismo personal para una población visitante mayor que Pontevedra capital.