El aviador gallego que retó a la gravedad busca su espacio en la historia

Mila Méndez Otero
Mila Méndez REDACCIÓN / LA VOZ

SANXENXO

Mila Méndez / Daniel Portela

El gallego José Piñeiro le sacaba casi tres décadas al magnate norteamericano Howard Hughes, pero ambos compartieron una pasión en la que fueron pioneros: volar

17 dic 2016 . Actualizado a las 11:26 h.

Howard Hughes quería ser el más rápido; José Piñeiro (Mugardos, diciembre 1878), el más ingenioso. El gallego le sacaba casi tres décadas al magnate norteamericano pero ambos compartieron una pasión en la que fueron pioneros: volar. El siglo XX acababa de arrancar y los aeronautas habían recogido el testigo de los prestidigitadores. Deslizarse por los aires cual pájaro parecía igual de mágico. Piñeiro, por entonces propietario de una fábrica de gaseosas en Sanxenxo, donde se había instalado y llegó a ser alcalde, lo dejó todo por un sueño. Viajó a Pau, Francia, para sacarse el título de piloto. Allí se compró también su aeroplano, una Blériot de 50 CV que le costó 25.000 pesetas. El aniversario del nacimiento del aventurero es para los que investigaron su biografía la excusa perfecta para reivindicar su legado. «A vida e os éxitos de Piñeiro merecían ser divulgados», explica Jaime Corral, propietario de la librería Nós y también editor del libro El vuelo de la gaviota. En el año 1913, el conocido como Aviador Piñeiro revolucionó el municipio pontevedrés con sus acrobacias. «Todos salían a la calle en cuanto escuchaban el ruido de su motor», dice Carlos Quintía, autor del libro. Pero en realidad, «su heroicidad en el cielo sigue siendo una gran desconocida».

En Sanxenxo, dos esculturas del piloto miran a la playa de Silgar, donde tenía uno de sus campos de pruebas. De allí salió para cubrir el primer vuelo sin escalas a Vigo y en la cercana Baltar tuvo hasta un aeródromo. «No sabía de su existencia hasta que varios vecinos que lo conocieron me hablaron de él. Transmitían admiración. Alguien así merecía ser homenajeado», cuenta Miguel Ángel Botana, el alcalde sanxenxino que en los 70 promovió la obra del escultor Alfonso Vilar. La otra reproducción, más reciente, es obra de Carlos Salas.

«Piñeiro no solo es importante por ser el primer piloto en realizar el vuelo invertido en países como Argentina o Cuba, sino porque inspiró a los tres hitos más importantes de la aviación española», dice Quintía sobre los gallegos Ramón Franco, Joaquín Loriga y Francisco Iglesias Brage.

La fortuna de la familia indiana de la mujer de Piñeiro hizo posibles sus fantasías. La prensa española de la época se hacía eco de sus hazañas y de sus victorias. «Ganaba los campeonatos porque era el más atrevido. Sus rivales franceses no volaban si no había buenas condiciones meteorológicas. Él sí, incluso una vez despegó aun sabiendo que no tenía pista para aterrizar. Lógicamente se estrelló», apunta Quintía, con una sonrisa. Lo cierto es que accidentes no faltaron. Uno, ante la realeza, en la botadura del acorazado Alfonso XIII en Ferrol. El aviador presentaba su «voo da gaivota», consistente en rozar con un ala el mar. «Era muy temerario al hacer esas cabriolas, pero también un ídolo. Mi madre y mi abuela siempre lo tenían presente», cuenta Araceli García Piñeiro, nieta del aeronauta. El gallego que retó a la gravedad murió a los 49 años. La culpable no fue esta vez una mala maniobra de vuelo, sino una pulmonía. «Fue una persona muy especial, supongo que por eso aún estamos hablando de mi abuelo a día de hoy», añade.