«Ahora ya no vienen a por las monedas del cepillo; ahora buscan objetos de valor»

Rosa Estévez
rosa estévez CATOIRA / LA VOZ

PORTAS

Cedida

El párroco de Dimo muestra su preocupación por la cascada de robos que desde hace años se produce en la zona

25 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Está rodeada de viviendas y razonablemente bien iluminada durante las noches. Pero, ni con esas, se ha librado del ataque de los ladrones. La iglesia parroquial de San Pedro de Dimo (Catoira) recibió la noche del lunes al martes la visita de los cacos. Destrozaron la puerta de la sacristía, entraron al templo y revolvieron hasta el último rincón. El esfuerzo tuvo recompensa: los amigos de lo ajeno abandonaron el recinto religioso con al menos dos copones, dos cálices, los recipientes de los óleos, un equipo de sonido «y otros objetos del culto». El recuento lo hace Paulino Sánchez, el cura párroco de este -y otros muchos- lugares de la comarca. «Antes venían a por las monedas que quedaban en el cepillo; ahora buscan objetos de valor. Ha habido un cambio en el tipo de robos», cuenta este sacerdote.

Por desgracia, Don Paulino sabe de lo que habla. Al margen de otros asaltos en iglesias del entorno, la de Dimo ha sufrido en los últimos años hasta tres robos distintos. «Pero ahora es otro tipo de delincuente», asegura el párroco. Más selectivo y, sobre todo, «más atrevido», porque esta iglesia de Catoira ni se encuentra especialmente alejada, ni parece, a priori un blanco fácil para los ladrones.

El cura de la parroquia quiere confiar en que la Guardia Civil consiga dar con los cacos que se llevaron objetos que se utilizan para el culto y cargados de valor. Desde el instituto armado señalaban ayer que han abierto una investigación para aclarar lo ocurrido en Catoira y, también, lo sucedido en Portas. En este municipio fue la capilla de San Xoán la que ha recibido la desagradable visita de los ladrones. Entraron en el templo rompiendo la ventana. Y, una vez dentro, buscaron también los objetos que se emplean para el culto, llevándose algunos de ellos.

Aunque parece que los asaltos en las iglesias están cambiando, que los ladrones son más selectivos y exquisitos, lo cierto es que las iglesias de las zonas rurales llevan años siendo blanco de todo tipo de asaltos. En algunos templos se han colocado alarmas, en otros se han reforzado puertas y ventanas. Pero ni siquiera esas medidas «defensivas» adoptadas en diversas parroquias parecen ser capaces de frenar a los amigos de lo ajeno.