El día que Trump pasó de Zelenski y vino a Pontevedra a hacerle una cobra a Lores

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Pontevedra volvió a demostrar que cantidad y calidad pueden ir de la mano en un desfile de entroido que hasta hizo cerrar a las tiendas de Inditex en Benito Corbal durante toda la tarde

01 mar 2025 . Actualizado a las 20:51 h.

En Pontevedra, este domingo, como siempre, se debatirá a pie de bar (o en las redes sociales, que son las tabernas de los nuevos tiempos) sobre si en el desfile de carnaval de este año, que en la ciudad del Lérez se celebra el sábado, había más o menos gente que los años anteriores. Imposible conocer los números. Pero sí hay datos y curiosidades que evidencian que el carnaval pontevedrés tiene una salud bien gozosa. Primero, a las cuatro de la tarde había ya gente cogiendo sitio en Benito Corbal con las sillas de la playa traídas desde casa. Segundo, Inditex cerró todas sus tiendas, Zara incluida, antes ya de que el desfile copara la calle comercial. Casi nada.

Fue sobre las 17.20, prácticamente con puntualidad británica, cuando aparecieron las primeras comparsas y carrozas. Y el reloj acariciaba las 21.00 horas y seguían pasando músicos llenos de plumas y bailarinas con purpurina. Podría, casi, casi, florecer un almendro mientras transcurre el desfile. Pero lo curioso es que el público se resiste a marcharse aunque les duela todo tras horas de comitiva, y aplaude hasta en el descuento: «Esta gente tiene mucho mérito, trabaja todo el año para esto, yo creo que ni en Brasil hay tanto carnaval», decía un hombre uruguayo que tenía los ojos como auténticos platos.

Imposible resumir el derroche creativo del desfile. Empezando por el principio, fue impresionante ver cómo los vecinos de Soutomaior tiraron de un clásico de la literatura, de El quijote, para demostrar que los libros, además de bellos, son divertidos y nos hacen felices. Mención especial a su bonachón Sancho Panza, que bordaba el papel. 

«Limpiezas España»

Pasaron búhos de plumas, saltamontes de feria, gente ligando en el supermercado, máscaras y trajes hechos con cápsulas de café vacías y hasta un disfraz algo difícil de descifrar: una limpiadora embutida en la bandera nacional que ponía «limpiezas España» y que parecía que lo que barría eran bulos y mentiras. De todo había, también clásicos como los artistas circenses o los piratas —con especial mención a la gente del colectivo de personas afectadas con parálisis cerebral Amencer, que iban gamberros como siempre y apasionados como nunca—. Y, como en cualquier desfile que se precie, la política no podía faltar. Trump, que horas antes había echado de la Casa Blanca a Zelenski, en Pontevedra se cebó con Lores, al que le hizo una cobra en toda regla, como podía verse en una foto colgada en una de las carrozas.

Afortunadamente, al alcalde no solo le tocó desfilar al lado de personajes como Trump o Putin. En otra carroza, donde le debían querer más, llevaban hasta una grabación con su voz y el mandatario aparecía junto a Pedro Almodóvar, recordando la alfombra roja de los premios Feroz. Por cierto, ese grupo carnavalero sacó oro de los galardones cinematográficos y convirtió la mismísima carroza de la Virgen de la Peregrina en la de San Feroz.

Pero no todo fueron risas. La vida es bella y en Pontevedra este sábado también hubo tiempo para recrearse en el pasado de la alta sociedad londinense de la mano de los Bridgerton, que en esta ocasión no eran británicos sino de Poio, pero lucían a las mil maravillas todas esas decenas de debutantes en los bailes de gala. También cuidado y hermoso iba un grupo disfrazado de instrumentos de terciopelo.

Se hizo de noche viendo pasar máscaras. Pero la culpa no es de que hubiese muchas, sino de las calles, como dijo una señora en el desfile: «Si las calles fuesen anchas, pasaban antes». Pues eso.