
A sus 87 años, el oftalmólogo Enrique Dios recuerda bien uno de los primeros implantes de córnea hechos en Pontevedra. Tres décadas después es su hijo el que se encarga de estas operaciones
04 feb 2025 . Actualizado a las 20:23 h.Enrique Dios tiene 87 años y el privilegio de mantener intacta su memoria. Él, que fue uno de los primeros médicos del hospital de Montecelo en Pontevedra y que se mantuvo activo como oftalmólogo en su clínica privada hasta la pandemia, se dedica ahora a los paseos por Sanxenxo y a disfrutar «del paraíso gallego». Aunque con la boca pequeña reconoce que «en invierno es mejor irse a Canarias». Enrique llega de una de esas caminatas y La Voz le pregunta por una operación que hizo hace justo treinta años, en febrero de 1995. ¡Y él se acuerda hasta del nombre de la paciente! «Se llamaba Ramona, efectivamente», señala. ¿Por qué le marcó esa intervención? Porque fue uno de las primeros —él cree que concretamente fue el segundo, aunque en la hemeroteca figura como el primero— trasplantes de córnea que se hizo en Pontevedra y, en aquel momento, era todo un hito: «Estamos hablando de otros tiempos, de cuando o te ibas a Barraquer o en pocos sitios se hacían estas operaciones. La verdad es que fue entrañable y esta mujer quedó contentísima, encantada, y habíamos salido con ella parte del equipo en el periódico. No veía de un ojo y le trasplantamos la córnea, lo recuerdo perfectamente», señala él, que en aquel momento era jefe de servicio de Oftalmología en Montecelo.
La crónica publicada tras aquella operación explicitaba que la receptora del órgano había sido una mujer de Vilagarcía de Arousa, Ramona García, de 45 años, que horas después de la intervención parecía recuperarse con normalidad. Muchas cosas han cambiado desde entonces, entre ellas el hecho de que donante y receptor no sepan el uno del otro, algo que ahora está garantizado. En aquel entonces, en la propia crónica, se explicitaba que el donante había sido un hombre de 61 años natural del municipio de A Lama que había fallecido —la córnea no puede donarse entre vivos— por una hemorragia cerebral. Una de sus córneas fue para Ramona y la otra, tal y como se publicó en su día, se envió al Hospital Xeral de Vigo, donde también había un paciente esperando a que se la implantasen.
Antes, de médula ósea
El de córnea fue el segundo tipo de trasplante realizado en Pontevedra. Anteriormente, y siempre según lo publicado en su momento, se había practicado el de células productoras de médula ósea.
En aquella entrevista en la que la paciente Ramona sonreía al lado del equipo que la había operado, Enrique Dios señalaba que el objetivo era hacer una decena de operaciones de trasplante de córnea al año. Casualidades de la vida, treinta años después se realiza esa cifra de intervenciones. Y el que las hace también se llama Enrique Dios, pero no es el padre, sino el hijo. «Sí, mi hijo siguió mi estela. Tengo a un hijo oftalmólogo en Pontevedra y a una hija y un yerno oftalmólogos en el hospital de Cruces», señala el progenitor sin disimular el orgullo que siente por ellos.

Efectivamente, al segundo oftalmólogo Enrique Dios, al hijo, se le encuentra fácilmente en el hospital de Pontevedra, al pie del cañón. Al señalarle que hace treinta años su padre realizaba uno de los primeros trasplantes de córnea de Pontevedra, sonríe e indica: «Seguro que fue así. Yo entonces tenía 25 años y debía estar preparando el MIR», dice. Ahora él también trabaja en el servicio de Oftalmología el Chop donde, según explica, extraen alrededor de una decena de córneas cada año y las envían a A Coruña, donde está el banco gallego. El número de extracciones va bastante parejo al de trasplantes, ya que también se hacen una decena al año en el centro pontevedrés. «Es una operación relativamente sencilla que da muy buenos resultados en casos de glaucomas o herpes», especifica el doctor. Los donantes, como el de la crónica a la que hicimos referencia, suelen ser pacientes que han sufrido y que han fallecido por una hemorragia cerebral. Porque hay muchas enfermedades que causan la muerte y que invalidan que el paciente pueda donar sus córneas, entre ellas distintas infecciones y sobre todo el cáncer. «De ahí que por ejemplo solamos tener carestía de córneas jóvenes», señala el doctor Enrique Dios júnior.
Volviendo a su padre, desde Sanxenxo, el hombre, que se jubiló definitivamente como oftalmólogo en la pandemia, ya que vio que se complicaban todos los procesos y optó por dejar la actividad, recuerda que él y algún otro médico fueron de los primeros facultativos en incorporarse a Montecelo que continúan vivos: «La mayoría ya no están aquí. Fuimos despidiendo a muchos», indica con nostalgia. Luego habla de los paseos para ponerse en forma, de la dilatada trayectoria que tuvo como médico y reflexiona: «Pude ejercer muchos años porque no era un trabajo de pico y pala. Sentía pasión por lo que hacía y la verdad es que me acuerdo de muchos pacientes y momentos que supusieron un antes y un después».