La zorza milagrosa de Héctor, que abrió una carnicería cuando nos confinaron: «Acabo de contratar un empregado, é un soño despois do que pasei»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Héctor Muñiz, en su carnicería de Raxó, ubicada en la carretera de la costa que va de Pontevedra a Sanxenxo.
Héctor Muñiz, en su carnicería de Raxó, ubicada en la carretera de la costa que va de Pontevedra a Sanxenxo. Ramón Leiro

A pie de la carretera que une Pontevedra y Sanxenxo, en Raxó, este emprendedor que lleva dando el callo desde los 16 años ofrece buen género y productos elaborados, como pollo con miel y mostaza o zorza, que se han convertido ya en clásicos

16 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La historia no es cómo se empieza. Es cómo se acaba. Al menos es la lección vital que empieza a tener clara Héctor Muñiz Alba, natural de Ribadumia pero con negocio en la turística localidad de Raxó (en Poio). Héctor podría haber protagonizado un chiste que empezase preguntando: ¿cuál es el colmo de un autónomo? Porque lo cierto es que eligió el peor día del mundo para estrenarse en esa categoría laboral. Lo cuenta él aún sacudiéndose el miedo que sintió entonces: «Xusto tiña previsto abrir a carnicería o día 14 de marzo de 2020... e xusto ese mesmo día empezou o confinamento polo covid. Eu non o podía crer... esperei tres días sen abrir, pero falei coa asesoría e dixéronme que se quería gañar algo que me botase a traballar, que era a única solución, porque dado de alta xa estaba e o local xa o tiña alugado... así que me botei e punto, había que levar cartos á casa». Se comió unas cuantas lágrimas detrás del mostrador y tuvo que reinventarse mil veces para salir adelante. Pero han pasado cinco años y Héctor consiguió hace dos meses uno de sus sueños: «Teño un empregado traballando comigo, case non o creo co mal que o pasei ao primeiro», dice. En este lustro, sus productos elaborados también se han hecho famosos en este local pegado a la PO-308, la carretera de la costa entre Pontevedra y Sanxenxo.

Héctor, que ahora peina los 34 años, tenía 16 cuando la prisa por trabajar le empezó a resultar ineludible. «Imaxino que todos os pais queren que os seus fillos estuden, pero eu era demasiado inquieto, quería traballar xa», cuenta. Se estrenó en el mercado laboral dando el callo en una empresa de prefabricados en Dena. Y ahí le acabó pillando la crisis de la construcción: «Sempre chego aos sitios no momento menos indicado», señala Héctor entre risas. De ahí acabó yéndose al sector alimenticio, donde encontró el acomodo que tanto buscaba: «Empecei a traballar e aprendín o oficio de carniceiro e a verdade é que me encantou. Gústame, sobre todo, estar de cara ao público, o contacto coa xente».

Trabajó durante años por cuenta ajena, en supermercados. Pero su ilusión y su meta era abrir una carnicería propia. Y en esas estaba en el 2020 cuando al covid se le ocurrió asomar la patita. Héctor no podía creerse que, tras tanto esfuerzo y tras tanta inversión, justo el día que iba a abrir la puerta se decretase el confinamiento. Le echó ganas, pero reconoce que no fue fácil porque nadie le conocía y por tanto no tenía una clientela hecha. Además, su objetivo de darle servicio a los bares se fue al garete con los cierres que vivió la hostelería. «Non foi empezar de cero, foi empezar de menos dez», dice.

Pero no solo tiró hacia adelante. Su buen género, procedente de productores de la zona, empezó a coger fama de boca en boca, nunca mejor dicho. Y sus productos elaborados también empezaron a hacerse bien famosos en Raxó, donde en verano se multiplica por varias cifras la población. Héctor reconoce que le llegó a echar muchas, muchas horas a la carnicería, que en los veranos alcanzó las ochenta horas al pie del cañón a la semana, y que así fue cómo pudo ir llenando un mostrador de productos elaborados que ahora ya son clásicos. Hace hamburguesas de varios tipos, de ternera, cerdo o pollo. También zorza, richada, albóndigas, relleno para fajitas y uno de los productos estrella, el pollo con miel y mostaza. Su meta es que todo esté fresco y que de vez en cuando la clientela eche de menos alguna receta. ¿Por qué? «Non podo haber sempre de todo para garantir que todo estea fresco, ás veces hai que botar de menos algunha cousa, que se faga esperar», señala con su característica retranca. Son recetas casi milagrosas por haber logrado que la carnicería sobreviviese arrancando en el covid. 

Hasta servicio a domicilio

Muchas cosas pasaron en su vida desde que hace un lustro se lanzó a emprender. Entonces, Héctor tenía un bebé de un año, Gonzalo, que ahora ya ha cumplido los seis y es tan bueno que a veces lo lleva con él a la carnicería para que le haga compañía. Héctor cumplió también su sueño de poder contratar a una persona y que las jornadas no sean interminables. Tiró de un compañero con el que había trabajado hace años y que ahora le ayuda con toda la faena. Y cada poco tiempo trata de ampliar servicios para convertirse en un local de referencia. Por ejemplo, hace reparto a domicilio de las viandas tanto en Raxó como en otros puntos de Poio. A veces se combina con un amigo pescadero y dan el servicio completo. Y también implementó la carnicería con una especie de supermercado en miniatura: «Hai que ter algo de todo e iso trato de facer», indica.

Héctor, como él confiesa, nunca deja de discurrir. Tiene proyectos a medio, corto y largo plazo. Una de sus metas es lanzarse al sector de los platos cocinados. Quiere ir poco a poco. Pero la cabeza no le para, que diría el incombustible Roberto Vilar.