Pontevedra saca oro de su Navidad riquiña, con vino caliente y estampas de cuento

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Hay quien viaja miles de kilómetros para ir a un pueblo navideño europeo. Les llegaría con ir a la Boa Vila

09 dic 2024 . Actualizado a las 17:08 h.

Podría buscarse otro adjetivo para no recurrir al de otros años. Pero es que no hay un calificativo que le vaya mejor a la Navidad de Pontevedra que el de riquiña. Lo es. No cae ni en la abundancia ni en el abarrote de otros lares. Ni se queda corta como pasó en algún momento. Es coqueta, bonita, de cuento... Y acerca, ciertamente, la Boa Vila, a esas estampas de postal de los pueblos europeos navideños. Tanto es así que, tras un paseo desde la Alameda a la Ferrería, había quien decía: «Solo falta el vino caliente para que parezca que estamos en un pueblo de esos navideños de Suiza o Alemania». Se equivocaba. En el mercadillo de artesanía colocado en A Ferrería, un cartel en la caseta de madera de Acuña, entre la rosca y el chocolate, un cartel anunciaba: «Novedad, tenemos vino caliente». Y, a su lado, la vendedora enfatizaba: «Está teniendo mucho éxito, es como tomarte una sangría calentita y para el catarro va genial porque lleva distintas hierbas».

No es mal sitio A Ferrería para empezar a contar de qué va esa Navidad bonita de la que está sacando oro Pontevedra, porque durante todo el puente el ambiente fue grande en la calles iluminadas y en todo el casco histórico, donde coger sitio en una terraza, aunque esté orballando, es siempre un ejercicio de malabares. En A Ferrería ha vuelto a instalarse un mercadillo, en el que artesanos de toda Galicia y asociaciones como Amencer ofrecen desde bisutería a marionetas de confección casera pasando por bolsos o instrumentos musicales antiguos. No falta, como se dijo, donde tomar un chocolate o probar el famoso vino.

Los pies deben llevar luego hacia el centro de la plaza, ocupado por un bosque navideño donde las fotografías son obligatorias. Aunque hay quien prefiere ir hasta los jardines de San Francisco y retratarse con los árboles iluminados y la postal del convento de fondo. El siguiente punto del recorrido sí o sí tiene que ser, vía Michelena o el casco histórico, hacia la plaza de España, donde está el grueso de las actividades infantiles navideñas.

Se puede elegir entre varias opciones; del tobogán helado a la pista sobre hielo pasando por la tirolina, los talleres o, simplemente, el paseo entre figuras que recuerdan al mítico cuento y ballet de El Cascanueces. A media tarde de este sábado, había cola en algunos entretenimientos. Pero nada comparado con otras ciudades navideñas ni nada inasumible. Tampoco nada caro, porque basta con enseñar un tique del comercio local para tener vía libre en las atracciones festivas.

Más Navidad en la plaza de España con su trenecito de colores. Y ganas de seguir descubriendo el centro monumental de Pontevedra decorado, como la plaza de Curros Enríquez y, ojo, el puente de O Burgo, que a su encanto natural le suma estos días las luces.

«Hay mucho movimiento»

Distintos comerciantes de la zona monumental, que ya comenzaron a abrir festivos y domingos para intentar seguir el ritmo a las cadenas, daban cuenta del enorme ambiente de este puente. Eso sí, discrepaban sobre si eso significa muchas más ventas: «Hubo mucho movimiento, pasó mucha gente, pero aún no se vendió como si estuviésemos ya en Navidad, para eso faltan aún días», decía la dueña de un comercio de Manuel Quiroga. El domingo fue más difícil que se mantuviese ese trasiego porque el tiempo se enfrío bastante. Lógico. Estamos en una Navidad típica europea. Igual hasta nieva.