Ha hecho de Mos epicentro de un arte con el que convoca a mayores y jóvenes en eventos, creando piezas de encaje gigantes y diferentes. «No hay límite en esto», dice
14 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Mover los hilos adquiere otra dimensión si quien lo hace es Montse Pereira (Mos, 1976): «Se puede hacer encaje de bolillos con crines de caballo, alambre o plástico reciclado. Solo hay que soñar y encontrar unas compañeras de viaje como las palilleiras de Mos». Quien habla es la presidenta de un colectivo de 80 mujeres que acepta cada reto con la frase «vaia traballiño imos levar». Estos días andan enredadas con la organización del desfile del próximo sábado 21; en el último, sacaron a la pasarela a varios niños de los equipos de fútbol locales, que lucieron puntillas en sus equipaciones, demostrando que en este arte no hay género ni edad. En el año 2021 tejieron una bicicleta a tamaño real con motivo del paso de la Vuelta ciclista por Mos.
La artífice de que este arte asociado al mar emerja en un municipio del interior de Pontevedra es una cocinera con mucha imaginación y ganas de cambiar las cosas. Cuando empezó a practicar encaje de bolillos en un curso en su parroquia, hace 17 años, no pensaba que tendría carrete para tanto. Hoy, las palilleiras de Mos pueden presumir de ser las autoras del logotipo de la rosa de su Concello en el Pazo municipal, un cartel de 5 por 20 metros en encaje de bolillos que sirve de escenario para las fotos de los visitantes.
Este año han conseguido que las insignias que entrega el Concello en las fiestas patronales sean rosas hechas por estas artistas de los palillos. Balones de fútbol de recuerdo, colgantes o llaveros son obra de las manos de estas mujeres que se reúnen tres horas a la semana. «Empiezan a acercarse chicas que quieren hacer cosas distintas. Palillar no solo es hacer sábanas o toallas, también se hacen joyas, por ejemplo. Donde se puede poner una tela, se puede poner encaje», explica. En el Concello de Mos luce el mapa del municipio que tejieron en encaje de bolillos, «cada parroquia con un punto distinto», puntualiza Pereira.
Camariñas es la capital de un arte que también está muy extendido por las Rías Baixas. Las mujeres de los marineros encontraron en el ejercicio de mover los hilos un recurso económico para sobrevivir. Las palilleiras de Mos no venden como colectivo, pero sí apoyan a quien quiere sacar rendimiento a esta práctica. En un entorno rural como el de este municipio, hacer cantar los palos es sinónimo de encuentro. «Para la artrosis va muy bien, también para la concentración y te permite relacionarte, hablar, sacar el mandil... Eso es bueno y nos hace falta», reivindica la presidenta del colectivo. «Hace poco murió una palilleira, Pura, y en el tanatorio estaba la foto de ella palillando. Me emocioné. Su hija me decía que era lo que más le gustaba hacer». La madre de Pereira es palilleira, como ella, y su hijo de siete años empieza a interesarse por la actividad que llevan a cabo en la asociación. «Debería ofrecerse en las extraescolares», defiende.
En tiempos de la inmediatez, apostar por una artesanía lenta y que requiere trabajo y concentración es ir contracorriente. Montse Pereira lo sabe bien. Palillar es una destreza que no tiene muchos adeptos entre las nuevas generaciones. Ella asegura que falta difusión y atreverse con formas y diseños que no tienen por qué ser los tradicionales. «Solo necesitas alfileres, hilo y una almohadilla. Hay profesores online que te enseñan, pero lo ideal es ir a clase presencial y que te digan mueve el hilo así, voltea aquí…».
El encaje tradicional es el más popular, pero hay infinidad de tipos. «No hay límite en esto, va en la vuelta que le quieras dar. Puedes hacer encaje hasta con una cuerda». Ella adorna sus prendas con puntillas de distintos tonos y luce joyas hechas con cordones plateados. En el desfile del próximo sábado, 21 de septiembre, se premiará a diseñadores que pongan en valor esta artesanía textil en distintas formas. El evento anual congrega a más de 600 personas en el Pazo de Mos. «Yo soy la que más muevo los papeles, son otras las que más mueven los bolillos», dice, inmersa en las inscripciones y la organización del evento que va por la cuarta edición.
En la asociación atesoran almohadillas y palillos donados que se ofrecen para un primer contacto con este arte. Hay mucho de destreza, pero también de pasión por una práctica que ayuda a desconectar. «Es lo contrario a la vida acelerada. Es una abstracción, casi como meditar. Es otro formato de yoga, estás en el aquí. Ahora que todo se hace por videollamada, reivindicamos que este arte sea social». Cada mes de junio reúnen a centenares de palilleiras en el municipio para que los bolillos no paren.
Con estas actividades tratan de atraer a las nuevas generaciones. «Tuvimos dos niños en las clases, ahora son adolescentes y quieren ser influencers, pero seguro que volverán», explica. Seguir el hilo también es esto, palillar y partillar —compartir— con otros, mientras las manos se mueven y los bolillos suenan. «La vida es unir, entrelazar, darse la vuelta... Al final, todos estamos palillando y haciendo encaje de bolillos a diario», zanja Pereira.
SU CANCIÓN FAVORITA
Muiñeira. «Podría elegir mil canciones, pero quiero cualquier muiñeira, me valen todas. Su melodía es, para mí, el sonido de las fiestas, del rural, de la vida... Desde pequeña he estado en grupos de baile. Para mí, una muiñeira es querer pasarlo bien, no olvidar nunca quién fuimos ni quién somos. Me hace mover el pie».