Los zapateros que resisten en un patio de vecinos de Pontevedra y remiendan los tenis a grandes deportistas

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Roberto y Mari Carmen, de Rápido Charol, junto a su canario Pichi y mostrando las zapatillas que le reparan a laureados atletas.
Roberto y Mari Carmen, de Rápido Charol, junto a su canario Pichi y mostrando las zapatillas que le reparan a laureados atletas. CAPOTILLO

Mari Carmen, Roberto y el pájaro Pichi atienden en Rápido Charol, el negocio decano de un peculiar mercado pontevedrés donde hay zapatillas de grandes atletas como Javi Gómez Noya

28 jun 2024 . Actualizado a las 09:25 h.

El reloj aún no dio las diez y a Roberto Oliveira, uno de los veteranos zapateros que resisten en Pontevedra, ya se le coge comiendo el bocadillo de media mañana. Suena lógico que apure el refrigerio llevando las riendas de un negocio llamado Rápido Charol. Ciertamente, Roberto anda veloz por la vida. Aunque dice que desde que tuvo algún achaque se lo toma con más calma, sobre las 8.20 horas ya suele abrir la puerta del establecimiento, donde cada día le recibe Pichi, un canario que desde su jaula le ameniza el día cantando. Su mujer y socia, Mari Carmen Pérez, llega un poco más tarde. Y ambos se ponen ágilmente a la faena. Llevan más de tres décadas siendo marido y mujer y trabajando juntos en un espacio no mucho mayor que una habitación. Ella dice que él es el jefe. Y él que manda ella. Así que todo está equilibrado. Juntos cuentan cómo acabaron regentando y resistiendo en un local que en realidad está ubicado en un curioso patio de vecinos, en el mercadillo municipal de Fray Juan de Navarrete, un lugar lleno de colorines en el corazón de la ciudad de Pontevedra.

Todo empezó cuando Roberto acabó la mili. Pudo haberse vuelto a Cambados, su municipio natal. Pero hizo parada en Pontevedra, en la zona monumental, donde unos tíos suyos regentaban un negocio de arreglo de calzado. Allí mismo aprendió el oficio siendo un chaval y descubrió que tiene su arte lo de poner suelas y tapas: «Hai que ter experiencia para facelo ben», dice. Llevaba ya unos años trabajando con sus familiares cuando supo que había fallecido un zapatero que trabajaba en Fray Juan de Navarrete desde los años sesenta. Pensó que era una buena oportunidad para independizarse y su mujer, Mari Carmen, le apoyó en esa iniciativa. La primera decisión importante que tomaron fue la de bautizar el nuevo negocio como Rápido Charol: «Xa había algún outro zapateiro que poñía iso de rápido antes do nome e nós pensamos que era boa idea, porque queríamos ofrecer iso, un servizo veloz. E o de charol era porque, claro, daquela había moito zapato de charol... se fora agora xa non o poñeríamos, teríamos que chamarlle tenis», dice Roberto.

La anécdota del nombre da pie a que Roberto y Mari Carmen echen la vista atrás y piensen en lo mucho que ha cambiado su oficio. Antes reparaban zapatos que se usaban un año tras año. Ahora el 75 % del calzado que les llega son tenis. Así que han pasado de poner suelas de cuero o tapas a buscar soluciones para las roturas de las zapatillas deportivas. Dicen que la «principal avería» que presentan, sobre todo las de tela, son roturas en la parte del dedo gordo del pie. Ellos, reinventando el negocio, se sacaron de la manga una especie de forro que le encasquetan por dentro para reforzar esa tela. Queda como si estuviese nueva. Ojo, que a veces remiendan tenis ilustres. Tal y como constatan las fotografías colgadas en el local, ellos se encargan de arreglar el calzado de los triatletas Javi Gómez Noya y Pablo Dapena o del atleta Jean Marie Okutu. «As zapatillas coas que Gómez Noya foi ás Olimpíadas preparámosllas aquí», cuentan ambos con orgullo mientras muestran algunos pares de calzado de los citados deportistas. 

«Vouna ter que esperar»

Él tiene 63 años y Mari Carmen cuenta con 60. Tras toda una vida trabajando juntos, él dice que ahora no va a quedar mal y que esperará para jubilarse a que ella tenga la edad y los años suficientes cotizados. Llegaron a pensar que contarían con relevo al frente del mostrador, ya que tienen un hijo que en su momento dejó de su estudiar y se puso a trabajar con ellos. Estuvo nueve años al pie del cañón, pero en la pandemia quiso volver a hincar los codos: «Púxose cos libros e agora é auxiliar de voo... este negocio é moi atado. E el comprobouno», explican los progenitores.

Efectivamente, ellos están mañana y tarde trabajando y no se plantean ni la jornada continua ni nada parecido. Eso sí, con los años fueron aprendiendo que el tiempo de ocio importa y ahora se atreven a cerrar un mes al año, una parte coincidiendo con las fiestas de Pontevedra y la otra con la Navidad. Son el negocio más longevo de ese singular mercadillo ubicado en el patio de unos edificios y sobrevivieron a la competencia que tenían y a tantas crisis que ya no son capaces de contarlas: «Estivo a crise con Felipe González, a de Zapatero, a de Rajoy...», señala Roberto entre risas.

El matrimonio lo mismo arregla bolsos y zapatos que hace llaves o afila tijeras y cuchillos. Y, a veces, para la máquina cuando llega una vieja gloria: «Quedan zapatos de hai trinta anos que están como novos. Eses recoñécelos só con miralos», concluyen.