La cocinera Elena, una mujer sabia y peleona que le dio de comer a Felipe González, Adolfo Suárez o Rocío Dúrcal

PONTEVEDRA CIUDAD

Pontevedra despide a Elena Argüello, que regentó el mítico restaurante Rúa y que se convirtió en un símbolo de la ciudad por su enorme implicación social
14 jun 2024 . Actualizado a las 15:33 h.Murió Elena Argüello, la cocinera Elena. Y su fallecimiento, a los 83 años en Pontevedra, es de esos que dejan a la ciudad sin un cachito importante de corazón y de vida. Porque Elena, con una sabiduría innata para la cocina, era de esas personas con las que se podía contar para todo, que siempre estaba ahí poniendo a disposición sus manos cocineras, su arte culinario y hasta sus cacerolas y sartenes para cuantas iniciativas fuesen. Sirva como ejemplo que acompañó a Radio Voz desde el minuto cero, en el año 1995, en todas las ediciones de la Festa da Filloa, donde ejercía de miembro del jurado con su habitual disposición y donde, sobre todo, se hizo querer por cuantos la trataron.
Elena era natural de León. Creció en una fonda que regentaban sus padres en la localidad de Mirantes de Luna. Así lo recordaba ella en una entrevista en La Voz: «La fonda se llamaba Elenamari, por mí y por mi hermana, y desde joven ayudaba a mi madre, que era una gran cocinera». Elena se acordaba bien de cómo cuando construyeron el pantano de Barrios de Luna se anegó el pueblo y ellos tuvieron que trasladar el negocio para sobrevivir en aquellos tiempos difíciles.
Ya convertida en cocinera gracias a todo lo que había aprendido de su madre, Elena se casó con un gallego de A Estrada, con el que tuvo tres hijos. Al principio se afincaron en León, pero a mediados de los años la familia dio el salto a Galicia por un enamoramiento con Pontevedra. Contaba ella que habían venido de viaje y se habían quedado prendados del barrio marinero de A Moureira, con sus casitas del ancho de un remo y su peculiar ambiente. Y ahí decidieron establecerse ella, su marido, Ramón Cao, y su prole. Emprendieron en el propio barrio, donde montaron una taberna en la plaza del Gremio de Mareantes. El local pronto se hizo famoso por las buenas tapas y los platos económicos que servían a los obreros y también porque, como recordaba Elena años después, compraron una de las primeras televisiones de la zona, así que los parroquianos se juntaban para tomar algo y ver lo que asomaba en la caja catódica.
Elena era una de esas personas que llevan el verbo trabajar marcado en la frente. Y entre esa capacidad suya para dar el callo y su talento para innovar en la cocina la taberna acabó convertida en un restaurante emblemático, el Rúa, por el que llegó a pasar una selecta clientela. Comieron ahí desde todos los políticos de la época, como Adolfo Suárez, Felipe González o Manuel Fraga, a artistas como Rocío Dúrcal, el torero Palomo Linares o el alto clero, ya que ahí también se sentó Rouco Varela o el cardenal Suquía.
La vida no se lo puso fácil a esta mujer, que enviudó muy joven y siguió adelante sola con el restaurante para que a sus hijos no les faltase de nada. Solo abandonó el negocio, después de 35 años, cuando ellos ya tiraron por otros derroteros laborales. Siguió vinculada al sector, trabajando para una cadena hostelera que cuando se jubiló le tributó un homenaje imposible de olvidar. Y, ya convertida en pensionista, Elena tampoco se estuvo quieta. Daba cursos de cocina allí donde se lo pedían y colaboraba con los concellos, colegios, asociaciones o medios de comunicación. Elena nunca decía que no a quien le pedía que le echase una mano. Quizás por eso su rostro es inseparable de citas como la Festa da Filloa de Radio Voz, que siempre tuvo en ella a una entusiasta mujer dispuesta a probar y probar para dar con el mejor postre del concurso.

Peleona y con agallas, tuvo que luchar y sufrir mucho durante más de dos décadas para ganar un pleito por la venta de su restaurante. Lo contó también a La Voz con emoción y aún muchos nervios recorriéndole el cuerpo. Fueron tantas las veces que este medio de comunicación se apoyó en ella para citas como la de la Festa da Filloa que hay decenas de páginas en la que se habla de Elena Argüello. En ellas da muchos consejos de cocina. Pero hay una anécdota, recogida hace años por la periodista Elena Larriba, que trasciende mucho más allá de los fogones. Contaba ella que un día iba a cocinar cordero para una primera comunión y cuando le iba a echar la botella de vino albariño para darle jugo se equivocó y le volcó encima una entera de aguardiente. No se amilanó y se le ocurrió coger un mechero, plantarle fuego y con paciencia infinita ir flambeando la vianda hasta aminorar el sabor del orujo y reducir el alcohol. Lo puso en la mesa y fue un éxito. Tanto, que de ahí acabó saliendo el plato estrella de la que luego fue la Festa da Augardente de Campo Lameiro. Eso le llevaba a Elena Argüello a decir que «los buenos cocineros sacan buenos platos de sus errores». Qué razón tenía; aprender de los errores, en la cocina y en la vida.