José Luis Arellano, memoria viva de un pleito de varios siglos

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Ramón Leiro

Preside el Gremio de Mareantes más antiguo de España desde el 2007: «No tengo relevo y ya me llega»

28 may 2023 . Actualizado a las 15:07 h.

Desde el 2007 preside el Gremio de Mareantes de Pontevedra, el más antiguo de España y «casi de Europa. Había uno que era contemporáneo al nuestro en Holanda». Y pese a ello, tal y como José Luis Arellano no duda en reconocer, sigue siendo una gran desconocida por buena parte de la población: «Es una lucha que tengo. Así como tuvo un esplendor hace trescientos o cuatrocientos años cuando Pontevedra era la ciudad más importante de toda Galicia, declinó en el momento que giró cara tierra. Se abandonó el mar».

Nacido hace 75 años, las anécdotas que jalonan la vida de José Luis Arellano darían por sí solas para escribir un libro de gran formato. Baste decir que se define como una «persona multiusos» y que se jubiló con «setenta y pico años. Tengo treinta y tres años del régimen del mar más el régimen general, que entré muy joven en la Administración».

Por parte materna, su familia estuvo vinculada con la mar de siempre, mientras que «mi padre fue marinero después de casarse, pero siguió trabajando en tierra». Precisamente fue su madre quien frenó su intención de ser marinero, por lo que encaminó su vida a la mecánica: «Fui mecánico oficial de primera ajustador antes de terminar el bachiller».

Luego vendría su pasó por la Armada, donde estuvo casi cuatro años, donde casi decide quedarse y donde tiene la espinita clavada de no haber embarcado en el Elcano. Tras pasar por la planta de Seat que existía en Pontevedra, le surgió la oportunidad de ser jefe de taller del Parque Móvil, también en la ciudad del Lérez. Contra viento y marea, logró un puesto que estaba adjudicado de antemano para el conocido de un general.

Ramón Leiro

Con la llegada de la Democracia, el ambiente «se enrareció» y llegaron a intentar hacer correr el rumor de que era quien le reparaba los motores de las embarcaciones a los contrabandistas de tabaco. Al final, optó por cambiar su destino cogiendo una plaza de administrativo en Tráfico, donde finalmente se jubiló. «Pasé de estar todo el día de pie en el taller a estar sentado. Pase unos meses cunha dor de cu que nin dios», tira de retranca.

En la actualidad, esta volcado con el Gremio de Mareantes, aunque considera que debe soltar el timón. El problema es que «no tengo relevo y ya me llega».

El anhelo de hacer un museo

A día de hoy, el gremio tiene como principal función el mantenimiento de una serie de tradiciones y «hacer valer nuestra historia». «Ahora estamos intentando hacer un pequeño museo, muy sencillito, de cositas de mar que hayan sido usadas. No vale ir a comprarlas a la tienda. Uno de los detalles que me trajeron fue una hélice de tres palas que le falta una. Me preguntan para que la quiero si le falta una pala. Y les digo que ‘esta hélice tuvo su trabajo en su tiempo y rompió. Este aparato funcionó y trabajó», remarca.

De igual modo, también tiene una parte social, atendiendo a los socios en la medida de sus posibilidades, y está integrado en el Grupo de Acción Local del Sector Pesquero, donde se aprueban proyectos y ayudas vinculadas con la ría de Pontevedra. Asimismo, realizan cursos de memoria, de envejecimiento activo, relacionados con las artes marineras o la navegación, ya que, como apunta Arellano, «no sé como no hay más accidentes en el mar».

Hablar con José Luis Arellano es hablar con la memoria viva del Gremio de Mareantes. Es descubrir que esta institución, antes de que existiera el actual puente de A Barca, impulsó un viaducto de madera sobre el Lérez que «tenía una parte levadiza. Era un invento curioso porque no era el puente levadizo habitual, sino que una parte se desplazaba por unos carriles hacia un lateral y podían pasar los barcos con palo», explica.

Pero es también adentrarse en los enfrentamientos que, a lo largo de los siglos, el gremio ha venido manteniendo con la iglesia católica. De hecho, y en relación con este puente primigenio, una vez construido, se acordó el pago de un canon hasta amortizar la totalidad de lo que había costado. «Cuando ya estaba pagado se dejó el puente libre de canon, pero los conventos de Lérez y Poio dijeron que querían seguir cobrando (...). Hubo un pleito en Valladolid, que se ganó, y el puente quedó libre», añade.

Ramón Leiro

Sin embargo, hay un litigio con la Iglesia que persiste desde hace varios siglos y que desvela a José Luis Arellano: «La basílica de Santa María la pagó, la controló y la ordenó el Gremio de Mareantes. La Iglesia no pintó absolutamente nada», sostiene lamentando que este estamento «no quiere reconocerlo. Tengo documentos que acreditan hasta la última piedra que se pagó, la madera, todo (...). Es algo que me encorajina», subraya recordando que se intento borrar cualquier tipo de alusión a los mareantes dentro del templo, ya fuera borrando las inscripciones de las tumbas en las capillas, algo que también habrían intentado hacer con la inscripción de la lámpara que reza «soy del Gremio de Mareantes».

El burdel que daba servicio a los constructores de la basílica

Recordando cómo los mareantes controlaron todo los relativo a la construcción de la basílica de Santa María la Mayor, José Luis Arellano incide que, incluso, supervisaron el burdel que daba servicio a los trabajadores. «Estamos hablando de otra época y de una obra que duró muchos años y en la que hubo muchos obreros de todo tipo, desde canteros y albañiles hasta carpinteros», reseña antes de precisar que, posteriormente, las prostitutas se desplazaron al barrio de A Moureira.

«Todo ese movimiento lo controlaba el gremio, la Iglesia no apareció para nada. Es más, el día que se fue a oficiar la primera misa, el gremio tuvo que pagarle a Mondoñedo, al obispado, para que le mandara un cura. No había ni cura aquí», subraya.

De igual modo, rememora que «el primer retablo no fue de madera. Mandaron a un grupo de vigários creo que a Córdoba y trajeron unos tapices», matiza antes de precisar que los restos del primer retablo de madera, que «lo pagó el gremio hasta el último céntimo», se conservan en el Museo de Pontevedra «porque se apolilló», apunta antes de confesar que fue monaguillo.

Es por ello que no duda en remarcar que «mi lucha a brazo partido es el reconocimiento de la Iglesia. Porque hasta el 99 % de las alhajas que hay en Santa María son del gremio. Cálices, candelabros, lámparas... Todo. Antes hacíamos un inventario cada año y ahora no dejan. Solo queremos el reconocimiento», insiste José Luis Arellano, quien, sin perder la sonrisa, sostiene que «tenemos nuestros desencuentros con la Iglesia. Llevamos toda la vida, que hablo de mil y pico de años porque el gremio apareció en el 1.120».

«La Iglesia lleva comido del gremio lo que no está escrito», insiste antes de aludir a una polémica más reciente en el tiempo, la que se produjo en el 2017 cuando se intentó excluir el palio de los mareantes en la procesión del Corpus, una decisión que, por momentos, pareció que iba a resolverse a tortas.

Lo cierto es que la situación se caldeó hasta tal punto que socios del gremio y sus familiares no dudaron en escoltar a la comitiva preparados para intervenir en el caso de que alguien intentase hacerse con el palio. «Yo no sabía nada», indica precisando que le sorprendió, tanto como al párroco Javier Porro, la presencia de estas personas siguiendo a la procesión desde los laterales y moviéndose a su ritmo.