Fallece Julita, la dulce matriarca que fundó con su marido el potente grupo empresarial pontevedrés Nogar

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Julita García, en el año 2008, cuando le entregaron el premio Amigos de Pontevedra.
Julita García, en el año 2008, cuando le entregaron el premio Amigos de Pontevedra. RAMON LEIRO

Tenía 92 años y, aunque siempre se quitaba méritos, fue un pilar fundamental tanto para su numerosa familia como para la creación de una de las empresas punteras de Galicia

17 feb 2023 . Actualizado a las 21:11 h.

Se quitaba méritos con la discreción y la dulzura que la caracterizaban. Pero quienes conocieron a Julia García Domínguez, Julita para los suyos y doña Julita para muchos vecinos de Marín y Pontevedra, saben que en vez de Julia bien podría haberse llamado Pilar. Porque fue un pilar fundamental tanto para su extensa familia, de seis hijos y diecisiete nietos y nueve bisnietos, como para la empresa que fundó junto a su marido, el actual potente grupo empresarial pontevedrés Nogar, pionero del transporte de mercancías marítimo y motor del puerto de Marín. De ahí que ayer, jueves, cuando Julita falleció a los 92 años de edad, la sensación fuese de que se había marchado la madre, abuela y bisabuela de los Nogar y una matriarca gallega en mayúsculas.  

Julita nació en Pontecesures, en una familia con un padre médico. Uno de sus hermanos mayores, al que ella adoraba y que consideraba su ojito derecho, fue el célebre y fallecido periodista Raimundo García, Borobó. Julita se casó con Ceferino Nogueira Rodríguez y, en aquellos años negros de la posguerra, en 1942, tiraron de valentía para convertir una pequeña empresa maderera en algo mucho más grande: el imperio logístico que hoy es el grupo Nogar. Pero, seguramente, si se les preguntase a ellos dirían que su empresa, pese a ser puntera en Galicia, no fue ni de lejos su única gran obra. Lo realmente maravilloso que hicieron juntos fue construir una familia enorme. Y ahí Julita fue la clave fundamental. Madre de todos cuantos cruzaban la puerta de su casa de Aguete (Marín), donde se estableció la familia, anfitriona de manos generosa y sonrisa perenne, y con una personalidad dulce a más no poder, Julita era como esa gallina que nunca deja de tener protegidos a todos los polluelos. 

Julita, con su marido Ceferino y parte de su extensa familia, cuando a él le entregaron la medalla de oro al Mérito en el Trabajo.
Julita, con su marido Ceferino y parte de su extensa familia, cuando a él le entregaron la medalla de oro al Mérito en el Trabajo. XOAN CARLOS GIL

Solía decir que el mérito empresarial era exclusivo de su marido, de Ceferino. Pero él le atribuía a ella un papel de cooperante imprescindible en su éxito. De puertas afuera también quedaba constancia de la importante labor de esta mujer, y así quedó acreditado en el año 2008, cuando la hicieron protagonista al entregarle el premio Amigos de Pontevedra, que en 1983 ya había reconocido también a su marido. Ella, con motivo del galardón, insistía en que era inmerecido y lo achacaba a que «la gente es muy amable y muy buena y por eso me dan este premio». Luego, en una entrevista en La Voz, añadía algo que posiblemente muchos crean que sigue vigente. Reclamaba «industria, industria e industria» para la ciudad del Lérez y decía que era clave para mantener el empleo. 

El año 2012 marcó un antes y un después en la vida de Julita. Falleció Ceferino, su esposo, y a ella le tocó perpetuar su legado y mantener unida a la familia, algo que le salía natural y con lo que disfrutaba sobremanera, porque para ella que la mesa estuviese llena era sinónimo de alegría. Solo unos meses después de la muerte de su marido, con mucha emoción pero también con un saber estar admirable, recogió en Marín el título de Hijo Adoptivo que le dieron a él a título póstumo. 

Julita, recogiendo el título de Hijo Adoptivo que le entregó el Concello de Marín a Ceferino Nogueira a título póstumo, en el año 2012.
Julita, recogiendo el título de Hijo Adoptivo que le entregó el Concello de Marín a Ceferino Nogueira a título póstumo, en el año 2012. MÓNICA FERREIRÓS

Continuó hasta la actualidad como siempre vivió: rodeada de los suyos, en ese Aguete en el que nunca se cansó de mirar al mar. Y su llama se apagó a los 92 años. Su funeral tendrá lugar el sábado, a las cinco de la tarde, en el Templo Nuevo de Marín. Antes, será incinerada.