La plantilla de Ence celebra el fallo: «Esta sentencia es sobre todo un alivio, fueron años muy duros»

Euforia. Solo había que ver las caras de los trabajadores de Ence que ayer se concentraron espontáneamente en la puerta de la factoría de Lourizán. Nada que ver con su semblante taciturno la víspera, cuando todavía la incertidumbre les comía la esperanza. Este martes todo eran sonrisas, lágrimas de alegría y hasta champán. La resolución del Supremo, en opinión de la mayoría, les garantiza el futuro de su trabajo. Aun así, todavía había algunos en esa misma puerta que se mantenían desconfiados y se resistían a creer la noticia que tanto esperaban.

En la entrada de la planta se encontraba Raquel, pontevedresa de 36 años, junto a otros trabajadores del departamento de aprovisionamiento de la fábrica: «Esta sentencia es un alivio, sobre todo alivio porque fueron años muy duros». Como sus compañeros, vivió con el corazón en un puño un proceso judicial que se ha prolongado durante años. Si el fallo hubiese sido al revés, para ella hubiese supuesto una catástrofe. «Mi marido también trabaja aquí y nos estábamos preguntando cuál iba a ser nuestro futuro, si íbamos a tener que vender la casa, si tendríamos que mudarnos o irnos fuera». Ahora, sonriente, quiere dejar esas ideas atrás.

Silvia, adscrita al personal de seguridad, defiende su puesto laboral. «Nuestro trabajo es muy digno y la gente que nacimos en Pontevedra nos merecemos seguir trabajando en Pontevedra». Señala que a su edad, con 43 años, el cierre de la factoría y la pérdida del empleo la habría pillado «en la peor edad para encontrar trabajo» y se veía fuera de su ciudad natal, porque el golpe habría sido devastador. «El sustento de mi familia se hubiese quedado a cero».

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La Voz

Lágrimas en los ojos

Iván también es pontevedrés y joven, como gran parte de la plantilla de Ence en Lourizán, en la que lleva siete años, adscrito al departamento de mantenimiento. «Me llamaron por teléfono para decírmelo y no me lo creía», señala. Con la emoción, no era capaz ni de buscar en internet para leerlo. «Cuando llegué, el secretario del comité salió y me dijo que sí, que la sentencia nos era favorable, las lágrimas me salieron a los ojos», relata. En su opinión, a él y a sus compañeros se les ha tratado mal. «Han sido años difíciles, duros y han jugado con nosotros», afirma.

Si hubiese pedido el empleo, lo habrían dejado en una situación muy complicada. «Tendría que replanteármelo todo, porque tengo una hipoteca y un niño de tres años y medio, con un empleo donde las condiciones de trabajo son bastante favorables, pero si cerrase la fábrica no habría trabajo, porque en el entorno de Pontevedra no hay nada», precisa. Así que la sensación ayer, al ver el resultado fue «indescriptible» para Iván.

Luis está próximo a la jubilación en el departamento de ingeniería. El fallo del Supremo «foi unha sorpresa moi agradable». Admite que «a verdade era que estábamos bastante asustados». Este pontevedrés añade que se alegra «por esta xente», señalando a sus compañeros a la entrada de la fábrica, «que son mozos e tamén pola cidade, porque Pontevedra sen isto viríase abaixo».

Ramiro, de Pontevedra, lleva 32 años trabajando en Ence, «Se pechase quedaría no paro nunha idade moi fastidiada e non atoparía traballo, teño fillos e aquí en Pontevedra, sería moi difícil conseguir un emprego».

Estos son algunos ejemplos de la reacción de los trabajadores, que se sintieron más protagonistas que nunca, aunque siempre queda quien recela. «Queda una tercera sentencia [la de la APDR] y hasta que pase no estaré tranquilo del todo».

En el comité de empresa de fábrica y oficinas de Ence, Manuel Rivas y Ana Cedeira, recogieron el testigo de sus compañeros. «Estos años han sido una auténtica tortura», relatan. «Ahora nos podremos dedicar a trabajar», incide Cedeira. Esperan que ahora la compañía mueva ficha: «Le vamos a exigir la inversión que hace falta para que Pontevedra sea más que nunca un ejemplo».

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