El día a día en una casa de comidas de Pontevedra: «Hacemos malabares para poder servir todavía el menú a 10 euros»

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Carmen Sánchez y Begoña Sarandeses, madre e hija, dueñas de Casa Elvira, en Pontevedra
Carmen Sánchez y Begoña Sarandeses, madre e hija, dueñas de Casa Elvira, en Pontevedra CAPOTILLO

El histórico Casa Elvira reparte más de 150 menús diarios y prepara otros 40 para llevar

25 ene 2023 . Actualizado a las 13:12 h.

Son las diez de la mañana y en Casa Elvira ya está la cocina encendida y el menú del día anunciado en la pizarra de la entrada y sobre la larga barra desde las que se controla la sala. El cliente puede escoger tortilla, judías o caldo, de primero, y ternera, pollo, merluza o paella, de segundo. Esos dos platos, por diez euros. El alza de los precios le ha llevado a subir medio euro respecto al año pasado. No lo tocaban desde antes de la pandemia y los números empezaban a no dar. «Hacemos verdaderos malabares para poder seguir poniendo el menú a diez euros», explica Begoña Sarandeses. Esto no es un restaurante, es más una familia en la que los clientes tiene nombre y apellidos. «Nadie se ha quejado, pero ves que la vida se ha ajustado. Los trabajadores que antes tenían 12 o 15 euros para dietas, ahora solo disponen de diez», reconoce.

Begoña, como su madre, Carmen Sánchez, saben que subir unos céntimos es un golpe al bolsillo de esos clientes de toda la vida. Son personas mayores y trabajadores que tienen que comer fuera por necesidad. Este no es un lugar de ocio al que se va al mediodía con amigos, esto es la prolongación de la cocina de la casa de muchas personas solitarias. «También vienen los acompañantes de los pacientes que están en el hospital», aclara Begoña en la mesa de un local ubicado junto al Provincial.

En un mes en el que la cesta de la compra volvió a batir un nuevo récord, con un crecimiento del 15,7 % interanual, aquí reconocen que hay que ajustarse al máximo para seguir dando los platos tradicionales que lo convirtieron en una institución en la ciudad. Sirve una media de 150 menús al día y otros casi 40 platos únicos para llevar. «Tenemos que mover mucha gente para poder sacar algo a los menús, esa es la clave y no ninguna otra. Aquí reinventamos las matemáticas cada día». Miran al detalle cada producto. No es para menos. El aceite subió un 38 %, los huevos casi un 30 % y las patatas rondan el 22 %. «Puede decirse que ahora mismo estamos planeando, los que nos sostienen son ellos, los clientes», explica la portavoz de la familia.

La pandemia también les ayudó a ampliar el servicio, más por sus clientes que por ellos. Hasta entonces no existía el take away, pero las escenas que veían les llevaron a dar una vuelta a una oferta ya consolidada. «Lo hicimos por salud mental para nosotros, pero sobre todo, por nuestros clientes», apunta.

Comida para llevar

Tras los meses de confinamiento decidieron poner en marcha un sistema que ayudase a todos. «A algunos los veías comiendo en las furgonetas, pero también hay gente mayor que no cocina y quería seguir comiendo en su casa», explica Sarandeses, que junto a su equipo, en el que está buena parte de la familia, decidieron seguir dando esos platos de potaje y caldo que ofrecían hasta ese momento. Por 3,30 euros se pueden llevar el primero, mientras el segundo supone 6,30. «Por ese precio, muchos prefiere un plato caliente a un bocadillo», subraya. Hasta hace unos días eran números redondos, pero el alza de los materiales de envasado hizo que tuviesen que subirlo aquí también. «No se puede imaginar nadie la cantidad de gente que se lleva solo el primer plato», explica Begoña, mientras en la sala van entrando algunos clientes para tomar el primer café del día.

Una veintena de mesas ya están preparadas para un turno de comidas que empieza a la una de la tarde y termina sobre las cuatro. A veces, se acaba antes «Hacemos una cantidad y cuando no hay más, fin», explica. Aquí no hay sobras. Solo guardan algún plato para esos habituales que lo dejan encargado para comer más tarde. Y es que funcionan como una familia en la que todos van llegando poco a poco. También pasa a la hora de preparar el menú. «Pensamos en lo que servimos el día anterior y lo que vamos a poner al siguiente. Queremos que sea equilibrado, como el de casa, que es lo que sienten quienes vienen», explican desde Casa Elvira.

Una casa de comidas con 62 años de historia atendiendo a obreros y vecinos

 

 

Este 2023 Casa Elvira hará 62 años que está abierto en la misma zona, pero en distinta calle. Es un histórico del menú del día en la ciudad y por primera vez desde el cambio de moneda alcanza los 10 euros por dos platos. Hasta el día 1 de enero estaba por debajo de esta barrera psicológica, que la inflación ha ayudado a romper, no sin el pesar de quienes lo regentan.

Esta casa de comidas es un local familiar que Elvira Ramos fundó en 1961 en la calle Uxío Novoneyra. En esos primeros años ya se convirtió en un bar de parada obligatoria y así se mantuvo incluso después de que la apertura de una nueva calle les obligase a cambiar de ubicación a la actual de Cobián Areal, a los pies igualmente del Hospital Provincial. La hija de Elvira mamó desde niña el negocio familiar. Carmen Sánchez creció bajo las faldas de su madre y cuando tenía pensado jubilarse, un revés familiar la llevó, por voluntad propia, a seguir en activo. Ni siquiera ese adiós dejaría huérfana a Casa Elvira.

Su hija Begoña Sarandeses hace años que está al pie del cañón junto a su marido. «En el negocio está media familia», explica la tercera generación de hosteleros. Y eso que Begoña y su marido estudiaron Derecho y trabajaron de lo suyo en la Subdelegación del Gobierno hasta que la familia de Casa Elvira tiró de ella para ponerse a los mandos de un negocio que siente como su casa. «Esto es como preparar la comida para una familia grande», dice con la ternura de quien lleva en la sangre la herencia que la abuela Elvira inculcó a su madre y esta, a su nieta. No solo conservan su nombre, sino también su espíritu.