
María Gándara, genio y figura hasta el final de sus días, falleció a los 102 años tras una vida en la que se enfrentó sola a la emigración y en la que fue una gran matriarca
29 dic 2022 . Actualizado a las 15:07 h.María Gándara Buceta (Pontevedra, 1920) vino al mundo en la ciudad del Lérez cuando Europa trataba de recomponerse de la primera Guerra Mundial. Y ha fallecido en el último suspiro del 2022, cuando el Viejo Continente trata también de recuperar la compostura tras el ataque de Rusia a Ucrania. Es muy probable que haber nacido en un tiempo difícil, haber tenido que cuidar a sus hermanos pequeños desde niña (contaba que a los cinco años ya ayudaba a su madre con los retoños) marcase para siempre su carácter. Porque María, a la que los suyos llamaban tía Lela, era una guerrera; una superviviente que llegó pronto a todo y que siempre tuvo una personalidad de armas tomar.
Nació, efectivamente, en Pontevedra. Pero al poco tiempo su familia se trasladó a Portas para tratar de sortear las penurias de aquellos tiempos. En la aldea, con huerta y algunos animales, era más fácil la supervivencia. Allí se crio la tía Lela, que tuvo que dejar muy pronto el colegio para echar una mano en casa, ya que era la mayor de varios hermanos. Tras la infancia en la aldea, la necesidad de buscar porvenir la empujó a la emigración. Se enfrentó a cruzar el Atlántico sola, como la mujer soltera y atrevida que era. Y comenzó una nueva vida en Venezuela, donde trabajó como secretaria.
Volvió la de la emigración cuando estaba ya en la mediana edad y se afincó en Pontevedra, en la calle Peregrina. Soltera y sin hijos, poco a poco fue abandonando el nombre de María para ser la tía Lela. Porque se fue convirtiendo en la gran matriarca de una familia en la que era tía de todos, desde sus sobrinos carnales a los políticos pasando por los sobrinos nietos e incluso los hijos de estos. A todos los cuidaba y por todos se preocupaba sobremanera. Cuentan sus familiares que siempre les sorprendía su carácter rompedor y su vitalismo. Fumó cuando muy pocas mujeres lo hacían y condujo cuando era una rareza encontrar a una fémina en una autoescuela. En un Seat tan viejo como acogedor, montaba a cuanto sobrino podía y se los llevaba a la playa o a descubrir las Rías Baixas.

Los años fueron pasando y ella fue resistiendo en su casa de la Peregrina, viviendo sola, aunque con la complicidad y ayuda de su cuidadora Laura. Cuando cumplió los 101 años se negó a ser una centenaria a la que el alcalde va a visitar. Genio y figura, fue ella la que se plantó en el despacho del mandatario Miguel Anxo Fernández Lores para demostrarle que estaba en plena forma para caminar y hacer visitas. En los últimos tiempos su salud mermó y vivió en una residencia. Su luz se apagó justo cuando el 2022 también desaparece del el calendario. Pero su recuerdo sigue iluminando.