Galán, el querido músico de la calle al que el Barcelona y el Atlético quisieron fichar

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Carlos Galán González, conocido como Galán, con su inseparable guitarra de colores.
Carlos Galán González, conocido como Galán, con su inseparable guitarra de colores. Cedida

Aunque vivía en Ourense, era natural de Pontevedra, donde durante años pedía «unos duros» delante de la discoteca Equus y donde se llora su muerte a los 59 años de edad

26 dic 2022 . Actualizado a las 19:19 h.

«Era la mejor persona del mundo para todo el mundo... solo era malo consigo mismo». Esta frase, pronunciada en medio de un llanto imposible de consolar, sale de la boca de Javi Morán, hermano por parte de madre de José Carlos Galán González, conocido como Galán y uno de esos músicos callejeros de Pontevedra cuya presencia está grabada en la memoria colectiva. Javi confirma en este martes desapacible y tremendamente gris del mes de diciembre que la fatal noticia llegada a Pontevedra de Ourense saltando por el Facebook es cierta: su hermano Carlos, el famoso Galán al que tanta gente quiere en la ciudad del Lérez, donde durante años tocó su música en la calle y se hizo famoso pidiendo «unos duros» a cambio de su melodía, falleció a los 59 años en la ciudad de As Burgas, donde actualmente residía. 

A Javi le parte el alma contar lo difícil que fue la vida de su hermano Carlos. Nació en la ciudad del Lérez, hijo de una madre soltera. De hecho, Galán nunca llegó a contar con el cariño de su padre biológico, algo que parece que le pesaba sobremanera. Su madre se casó posteriormente y se marchó a Ourense. Pero Galán se quedó en Pontevedra, con sus figuras de referencia, sus abuelos Benigno y Maruja. Con ellos vivió en la céntrica calle Benito Corbal, siendo un niño que acudía al colegio Álvarez Limeses. Su hermano Javi llegó a trasladarse desde Ourense a Pontevedra para vivir también con ellos. Habla de Galán cuando era un chaval y lo describe como «un fenómeno total». Dice que jugó en el Teucro y que era realmente bueno, «un auténtico portento del balonmano». Y se acuerda de las oportunidades que nunca llegaron a cuajar: «Lo quisieron fichar tanto el Barcelona como el Atlético, pero él no quería marcharse de Pontevedra. Las cosas no eran fáciles y se quedó con los abuelos hasta que ellos se murieron. Fue una pena, porque era buenísimo». 

El fallecimiento de sus abuelos afectó sobremanera tanto a Carlos como a su hermano Javi. Su vida se volvió más complicada. Y Carlos se refugió en lo que más le gustaba hacer en la vida: tocar su música. Amarrado a su guitarra, se convirtió en toda una leyenda en Pontevedra poniéndole melodía a las calles. Su sitio estaba, sobre todo, en las inmediaciones de la mítica discoteca Equus, que era la sensación en la ciudad en los años ochenta y noventa. Allí tocaba y allí pedía una monedita y unos duros. Pero hacía mucho más que eso. Se ganó decenas de amigos por el buen rollo que desprendía, por su forma de pasar por la vida intentando agradar a aquel con el que se cruzaba. Dicen que odiaba las peleas y que en cuanto veía que se montaba una algarada se empeñaba en separar a sus protagonistas. Y que si había que echar una mano a alguien que tenía un mal día ahí estaba Galán siempre dispuesto a ello. 

Pasó el tiempo y un día hizo las maletas en Pontevedra para residir en Ourense. Allí tenía una casa de su familia, donde empezó a vivir hace ya unos años, ayudado por su familia. Se fue con su música, con sus ganas de tocar a pie de calle como el viejo roquero que era. Aunque lo de viejo no es cierto, porque solo tenía 59 años. Nacido en 1963, tendría que cumplir los 60 llegado el mes de junio del 2023. Pero no lo hará. Galán tenía algunos achaques porque su vida no era un camino de rosas y una fuerte tos le acompañaba desde hace un tiempo. Cuenta su hermano que le repitió mil veces que tenía que ir al médico, pero dice que era difícil que se dejase aconsejar. «Lo suyo era la vida bohemia», señala. Hace unos días, Galán llamó a su madre para decirle que se encontraba mal. Horas después, tras intentar infructuosamente contactar con él, lo encontraron muerto en su domicilio de Ourense. Todos eran conscientes de que su salud no era la mejor. Pero nadie contaba con un desenlace así, a una edad tan temprana. 

Carlos, con su sobrino, hijo de su hermano Javi, enseñándole a tocar la guitarra.
Carlos, con su sobrino, hijo de su hermano Javi, enseñándole a tocar la guitarra.

Javi, su hermano, no esconde su tristeza por no haber logrado ayudarle más. Dice que tanto a él como Carlos les tocó lidiar con enfermedades mentales, y que las cosas nunca pintaron fáciles. Se le clavan como puñales cada una de las discusiones, de las peleas por esto y lo otro. Pero reconoce que, a las duras y a las maduras, ahí estaban siempre uno para el otro. Y se emociona al reencontrarse en el móvil que le había regalado a su hermano las fotos que guardaba Galán con su sobrino, con el hijo de Javi, enseñándole a tocar la guitarra. Javi dice que con la muerte de Carlos se ha muerto también una parte de él mismo. Y lo cuenta entre lágrimas desesperadas mientras espera en Ourense por los resultados de la autopsia y a que lo puedan incinerar. Luego volverá A Guarda, donde vive Javi, para depositar sus cenizas junto a las de los abuelos Maruja y Benigno, que fueron los que lo criaron y que serán con quienes descanse en paz.