«Habéis dejado de querernos»: la durísima carta escrita en la residencia de mayores de Pontevedra

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Juan José López, director de la residencia de pública de Campolongo, en Pontevedra, donde viven un centenar de mayores. En la imagen, algunos de ellos al fondo haciendo gimnasia.
Juan José López, director de la residencia de pública de Campolongo, en Pontevedra, donde viven un centenar de mayores. En la imagen, algunos de ellos al fondo haciendo gimnasia. Ramón Leiro

El director de este centro calcula que, como mucho, de los cien mayores que viven allí solo doce se irán con sus familias a pasar la Navidad y suplica que se les escriban felicitaciones

06 dic 2022 . Actualizado a las 10:52 h.

Juan José López dirige la única residencia pública para mayores que hay en Pontevedra, ubicada en el céntrico barrio de Campolongo. Lo hace sin morderse la lengua, como dejó claro hace unos meses en una entrevista en la que señalaba que cuando aterrizó en su puesto se llevó una bofetada de realidad: «Me imaginaba esto lleno de hijos y nietos los domingos. Y no vienen», decía. Juan José denunciaba entonces, y sigue haciéndolo, la soledad a la que están condenados casi todos los residentes, por mucho que en los centros tengan amigos y cuidadores. Y, en esa entrevista, señalaba también que la peor noche del año es la de Nochebuena, porque se cuentan con los dedos de la mano las familias que optan por llevarse a sus mayores desde la residencia a cenar a casa, algo que pueden hacer sin problema alguno si así lo desean. Y allí el ambiente, por mucho que el personal intente animarlo, es gélido. Todos echan de menos a los suyos. Vuelve a acercarse esa fecha «negra», el 24 de diciembre, y a la mente inquieta de Juan José se le ha ocurrido una conmovedora idea

Para empezar, ha escrito una carta durísima; una misiva de esas que nos hace mirarnos en el espejo de lo que somos y de cómo actuamos. En ella explica que llegó a ser director de la residencia de una forma un tanto casual, que posiblemente fuese el destino el que le llevó a ese cargo, y que ahí descubrió «un pequeño mundo increíble, un abrazo constante que reconcilia con la vida». Dice que en las sienes plateadas que pueblan la residencia, en esos rostros de hombres y mujeres arrugados, a menudo se reencuentra con la cara de sus abuelos o de su padre, porque hay muchas cosas que son denominador común en la vejez.

La carta va adquiriendo un tono duro cuando habla sobre lo que echan de menos dentro de las cuatro paredes de la residencia: «No nos falta vida, os lo aseguro. No nos faltan ganas, alegría, risas ni esperanzas. En este universo nuestro no nos falta nada. Si acaso nos duele lo que nos sobra: soledad». Y luego llega el mazazo, la explicación de por qué sobra esa soledad: «Nos sobra porque no estáis aquí, porque pasáis por delante de nosotros sin mirarnos, porque nos ignoráis como si fuéramos una realidad indeseada a la que basta ignorar para creerla falsa, porque desdeñáis nuestro valor y nuestro amor porque, en fin, habéis dejado de querernos». 

A partir de ahí, el director de la residencia explica que pronto va a ser Navidad, «el tiempo más triste en nuestra casa», y lanza su entrañable idea para que los mayores «sientan que siguen vivos». ¿Qué propone? «Quiero una lluvia de cariño en forma de cartas, de mensajes, de felicitaciones, de fotos. Misivas llenas de cariño en las que les hagáis saber que cuentan con vosotros, que no los olvidáis. Fotos, recuerdos, amor a granel para que comprendan que su vida sigue teniendo sentido. Mil gotas de amor que generen una lluvia que los empape de nueva energía. Decidles que no están solos», suplica el director. 

Luego, pasa de lo bello a lo práctico y explica que el objetivo es que les lleguen mil cartas a las residencia, de forma que cada mayor (son cien residentes) tendría diez felicitaciones para abrir. Hay que mandarlas desde ya a la residencia de mayores de Campolongo, en la calle María Victoria Moreno número 26, con el código postal 36003 de Pontevedra. Señala Juan José López que su idea es que, tras recibir las felicitaciones, a lo largo de los próximos meses los mayores que así lo deseen las vayan contestando, de forma que no se trate de una ayuda puntual sino de algo que a ellos pueda darles vida mucho más tiempo. Termina hablando por boca de un poeta para señalar: «Que la muerte nos apague cuando aún estemos encendidos». Poco más se puede añadir.